Reportaje:TOUR 2006 | Novena etapa

El ruso que se relaja lavando el 'culotte'

Menchov, uno de los favoritos, cree que se puede ser competitivo sin un médico privado u oculto

No hay secretos en el Tour. Flecha, que comparte habitación con Menchov y que, cuando no pedalea, habla, o lee, o sigue hablando, cada vez que entra al baño tiene que pelearse con la ropa tendida. Un maillot, un culotte, unos calcetines cortos secándose sobre la bañera, lo que da a la imagen un sabor único, años 70: ahora los equipos tienen lavadora automática en los camiones y los ciclistas no tienen que frotar antes de acostarse. Un gusto que a los nostálgicos les puede encantar, pero que a Menchov no le interesa precisamente que se divulgue. "Bueno, sí; bueno, no", tartamudea ...

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No hay secretos en el Tour. Flecha, que comparte habitación con Menchov y que, cuando no pedalea, habla, o lee, o sigue hablando, cada vez que entra al baño tiene que pelearse con la ropa tendida. Un maillot, un culotte, unos calcetines cortos secándose sobre la bañera, lo que da a la imagen un sabor único, años 70: ahora los equipos tienen lavadora automática en los camiones y los ciclistas no tienen que frotar antes de acostarse. Un gusto que a los nostálgicos les puede encantar, pero que a Menchov no le interesa precisamente que se divulgue. "Bueno, sí; bueno, no", tartamudea el ciclista ruso. "Bueno, no me lavo la ropa todos los días, sólo algunos. Y lo hago más como un ejercicio para relajarme, para matar el tiempo". Para aliviar, quizás, la presión de sentirse uno de los favoritos.

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Denis Menchov, de 28 años, ganó la última Vuelta a España después de la descalificación por dopaje de Roberto Heras. Individualista y decidido, Menchov, residente en Pamplona, dos hijos, una niña en camino, afronta su carrera como un camino paralelo a su camino vital, su ruta hacia la madurez, un objetivo que ya siente cercano. En 2005, cuando abandonó el vivero de José Miguel Echávarri, se comprometió con el preparador italiano Luigi Cecchini, que guió sus entrenamientos hacia el Tour. La experiencia fue un fracaso, una rodilla reincidente, un catarro a destiempo. Un horror. Terminada la carrera francesa, Menchov llamó a Cecchini. "Luigi, prefiero seguir solo", le dijo; "tengo estudios de preparación física, conozco mi cuerpo como nadie, yo mismo seré mi entrenador". "Te equivocas", le respondió Cecchini; "después de la Vuelta, volverás a llamarme para seguir conmigo".

Quien tuvo que llamar fue Cecchini, un caballero. "Tenías razón. El equivocado era yo", le dijo al ruso tras la Vuelta. "Yo rompí", cuenta Menchov, "porque sé que la madurez física de un ciclista llega a los 27-28 años. Son mis años, una edad en la que empiezo a expresar todo mi trabajo anterior, y tenía miedo de que un cambio de preparación lo trastocara todo".

Así que todo suena a parábola ejemplar para los tiempos que vienen. Y eso sería si no fuera Menchov, un hombre de carácter, su protagonista. "No quiero ponerme como ejemplo, pero, sí, en el ciclismo actual es posible ser competitivo sin tener médico privado u oculto, sólo con el seguimiento del equipo", dice; "lo más importante es el motor de un deportista, lo que tú eres. Lo que te pueden aportar no pasa del 5%".

Denis Menchov, en la contrarreloj del pasado sábado.EFE

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