Reportaje:TOUR 2006 | Sexta etapa

El lanzador no se equivocó

Tercer triunfo al 'sprint' de McEwen en una etapa calcada a todas las llanas disputadas hasta ahora

Pese a sus aires de tipo duro, su cabeza angulosa, su barba de tres días, Txente García Acosta, navarro de Tafalla, es uno al que le gusta pedir mimos, un poquito de cariño, de vez en cuando. Se transforma entonces en osito de peluche y da un tono ligeramente lastimero a su voz. El último día del Tour del año pasado, bajo el sol inclemente de la plaza de la Concordia, en París, ni una sombra posible en 100 metros a la redonda, se dio uno de esos momentos. "El abuelo lo deja", prometió; "el abuelo lleva ya nueve Tours y está cansado. El abuelo no vuelve. Se va a comprar un abono para los ...

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Pese a sus aires de tipo duro, su cabeza angulosa, su barba de tres días, Txente García Acosta, navarro de Tafalla, es uno al que le gusta pedir mimos, un poquito de cariño, de vez en cuando. Se transforma entonces en osito de peluche y da un tono ligeramente lastimero a su voz. El último día del Tour del año pasado, bajo el sol inclemente de la plaza de la Concordia, en París, ni una sombra posible en 100 metros a la redonda, se dio uno de esos momentos. "El abuelo lo deja", prometió; "el abuelo lleva ya nueve Tours y está cansado. El abuelo no vuelve. Se va a comprar un abono para los sanfermines y ahí os las den todas. Ni me voy a acordar de poner el Tour por la tele".

Ayer, bajo la inevitable lluvia normanda que calaba todo Lisieux, donde Santa Teresita, a las 12 de la mañana, al pie del autobús del equipo, el abuelo Txente, de 33 años, procedía al mismo ritual, en la misma situación, de los nueve años anteriores: se anudaba el pañuelo rojo sobre el maillot, se hacía la foto, posaba para la tele, hablaba de los encierros que un año más no iba a poder ver, partía para correr la etapa del Tour. "Pero, Txente", le dicen, "¿qué has hecho con el abono de los toros? ¿Lo has vendido? ¿No decías que el abuelo no volvía?". "Ya, ya", responde oso de peluche; "yo no quería, pero llegó Valverde y le dijo al director que yo era imprescindible, que no había ninguno que le quitara el viento como yo, ni ninguno tan divertido y tan majo. Así que no pude decir que no. Pero ahora Valverde se ha ido a casa con la clavícula rota y yo aquí sigo..."

Hay tantos equipos que creen tener al futuro ganador que no quieren desgastarse
La tremenda lista de aspirantes sufrirá un proceso de filtrado en la contrarreloj de hoy
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Dicho esto, se quitó el pañuelo rojo, que destiñe y estropea el maillot, se puso el chaleco, los manguitos, el casco y se lanzó a la faena. Adiós sanfermines. Bienvenido Tour. Ya en la etapa, pastor de un rebaño de chavalillos, comprobó rápidamente en sus carnes, en sus magros brazos, que por la boca muere el pez. Le había bastado con comentar antes de la salida que este año era diferente a los demás, que en el último decenio mágico la primera hora de las etapas era una locura de ataques y contraataques a 70 kilómetros por hora y sin parar, pero que en este 2006 todo era más tranquilo, que al primer intento se hacía el corte y que después todo era calma hasta la inevitable captura de los fugados a cuatro kilómetros de la meta y el inevitable sprint. Pues bien, precisamente el día en que él, el abuelo, se metía en un corte de salida, toda la teoría y la práctica del Tour de 2006 se fue al garete, aunque no del todo: hubo corte de tres (aunque se formó tras muchas aventuras en el kilómetro 70), hubo captura a cuatro kilómetros de la meta, hubo sprint, hubo victoria de McEwen, su tercera (Steegmans, el lanzador que la víspera confundió el cartel de 500 metros con el de 200 y le dejó cara al viento a 300, cuando Freire salió a sus espaldas, no se equivocó ayer y le pilotó a la perfección hasta la victoria), e inevitable derrota de Boonen. Lo cual no quita que, en teoría, él, Txente, tuviera toda la razón.

"No es esto, no es esto", decía Txente, orteguiano, cuando le contaban que Bernaudeau, el director del Bouygues, había declarado que la calma espectacular de las etapas llanas de este año era debida a los efectos limpiadores de la Operación Puerto. "No es eso", repitió Txente, perito en fugas; "se me ocurren, desde mi experiencia de escapado habitual y de cazador de escapadas, varias razones más claras. La primera es que los franceses ya han ganado una etapa y están por eso más tranquilos. Y la segunda, y más importante, es que este año, sobre todo sin Armstrong, pero también sin Valverde, sin Basso, sin Ullrich, sin Mancebo..., hay tantos equipos que creen que tienen en sus filas al futuro ganador del Tour que, entonces, en estas etapas no van a desgastarse, ni se van a lanzar a atacar desaforados ni van a abortar todos los intentos a todo meter, no sea que luego se necesiten frescos para defender el liderato".

Esta teoría, en la que coinciden todos los técnicos y muchos corredores más, pasará su prueba del nueve hoy en la contrarreloj llana de 52 kilómetros alrededor de la húmeda y bretona Rennes. La tremenda lista de aspirantes, tan larga como la guía de teléfonos, a los varios premios que se juegan (la victoria de etapa, el maillot amarillo, la posibilidad de dejar una impronta indeleble sobre la carrera) en la contrarreloj sufrirá un proceso de filtrado, de binado. El Tour se aclarará, los aficionados empezarán a enterarse de quién puede hacer algo y las aguas, quizás, volverán al cauce por el que han discurrido siempre en los años en los que Txente, el abuelo, lleva corriendo el Tour.

McEwen levanta los brazos celebrando su triunfo al sprint por delante de Eisel, Boonen y Zabel (de izquierda a derecha).EFE

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