Entrevista:EL RETROVISOR | Alemania 2006

"Contribuimos al 'milagro alemán"

Horst Eckel recuerda la victoria germana sobre la Hungría de Puskas, que les había goleado antes (8-3), en la final de Berna 54

Horst Eckel, uno de los tres supervivientes del once titular alemán que ganó la final de la Copa del Mundo de 1954, en Berna, conserva a sus 74 años un magnífico aspecto y lucidez. Pertenece Eckel a la leyenda del llamado milagro de Berna. El equipo de una Alemania en ruinas y todavía bajo el trauma del nazismo y la II Guerra Mundial ganó contra pronóstico a la Hungría de Kocsis, Puskas y Czibor. Eckel, con 22 años, era el más joven de los germanos, jugaba de medio derecho, no paraba de correr y por eso le llamaban El Galgo.

Pregunta. ¿Era usted consciente en...

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Horst Eckel, uno de los tres supervivientes del once titular alemán que ganó la final de la Copa del Mundo de 1954, en Berna, conserva a sus 74 años un magnífico aspecto y lucidez. Pertenece Eckel a la leyenda del llamado milagro de Berna. El equipo de una Alemania en ruinas y todavía bajo el trauma del nazismo y la II Guerra Mundial ganó contra pronóstico a la Hungría de Kocsis, Puskas y Czibor. Eckel, con 22 años, era el más joven de los germanos, jugaba de medio derecho, no paraba de correr y por eso le llamaban El Galgo.

Pregunta. ¿Era usted consciente entonces de lo que lograron con la victoria en el Mundial de 1954?

Respuesta. Fuimos al Mundial sin contar entre los favoritos. Había un equipo que todos creían que ganaría, Hungría. Nosotros también estábamos seguros de ello. No conocíamos nuestra propia fuerza. La fuimos notando según íbamos jugando en Suiza. Fue muy dura la derrota por 8-3 contra Hungría en la ronda previa, pero, en realidad, nos favoreció. Los húngaros pensaron que en la final podrían ganar igual.

"Tuvimos suerte. Fue decisivo que lloviera el día del partido. A Fritz Walter no le gustaba el calor"
"Muchos dijeron que nos dopamos. Imposible. En aquel tiempo no se conocía el dopaje"

P. ¿Fue una derrota buscada por ustedes?

R. ¿El 8-3?

P. Sí.

R. No; de ninguna manera. Sólo jugamos cuatro o cinco del equipo titular, pero no buscamos la derrota. Queríamos ganar. No lo conseguimos, pero los húngaros no se dieron cuenta de que con aquel equipo reserva pudimos marcar tres goles.

P. Dicen que el triunfo final fue en la práctica la verdadera fundación de la RFA. ¿Qué le parece eso?

R. Mire, nadie reconocía a Alemania en el mundo. Ni en el deporte, ni en el ámbito político, ni en el económico... Por ese sentimiento se llegó al milagro alemán un par de años después. Incluso los políticos creen que nuestra victoria ayudó un poco a la recuperación.

P. ¿Diría usted que la victoria de Berna fue el triunfo de las virtudes tradicionales alemanas?

R. Sí; de la lucha, la voluntad y la camaradería.

P. ¿Cómo era el seleccionador, Sepp Herberger? ¿Un hombre autoritario o paternal?

R. Mitad y mitad. Podía ser muy divertido, pero también muy estricto. Fue el mejor entrenador que he conocido nunca. Lo veía todo enseguida.

P. Usted era el más joven. ¿Le daba miedo?

R. No; había que cumplir con lo que pedía. Entonces se portaba muy bien con uno. Cumplí con sus expectativas.

P. La clave táctica fue su actuación frente a Higdekuti en la final.

R. Puskas era el gran futbolista, el que marcaba los goles. Pero Higdekuti era la cabeza del equipo. No jugaba de delantero centro, como era normal entonces en un nueve, sino que se retrasaba y jugaba desde el centro del campo. Yo, como medio derecho, habría tenido que jugar contra el interior izquierdo, Puskas. Herberger me dijo que me adelantara para marcar a Higdekuti y que Liebrich se ocuparía de Puskas.

P. ¿Le persiguió por todo el campo?

R. Higdekuti era un futbolista extraordinario. No se le podía cubrir durante 90 minutos. Pero contribuí a que no marcara ningún gol y a que no jugara como los húngaros esperaban.

P. ¿Qué prima recibieron por la victoria?

R. Cada uno de los 22 jugadores recibió 1.000 marcos.

P. ¿Le da envidia lo que ganan los futbolistas de hoy?

R. En absoluto. Nosotros vivimos los mejores tiempos. No llegamos a millonarios, pero lo que vivimos, en una época en la que los medios de comunicación no estaban tan presentes, no es posible hoy. Fue una época maravillosa.

P. Hay una serie de leyendas sobre la final de Berna. Como que Adidas inventó para el partido nuevos tacos para las botas.

R. Para nada. Tuvimos la ventaja de que, cuando empezaba a llover, podíamos cambiar los tacos con mayor rapidez. Para un cambio de tacos necesitábamos de cinco a diez minutos. Los demás, que tenían que clavar tacos nuevos y quitar los anteriores, necesitaban 20 minutos o media hora para lo mismo.

P. ¿Es verdad que Fritz Walter jugaba mejor con mal tiempo?

R. Sí; no le gustaba jugar con calor y, cuando él jugaba mal, solía hacerlo todo el equipo. De modo que nos alegró el tiempo de aquel día. Tuvimos suerte. Fue decisivo que lloviera.

P. No existe una grabación del partido completo, pero se dice que el gol de Puskas tras el 3-2 de Alemania no fue fuera de juego.

R. Yo estaba muy bien colocado y miré primero al árbitro y después al juez de línea. Levantó la bandera al momento.

P. Puskas dijo que ustedes estaban dopados.

R. Sí, muchos lo dijeron. Pero en aquel tiempo no conocíamos el dopaje. No era posible.

Horst Eckel, en diciembre de 2005 en el acto del sorteo de grupos.AFP

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