Crítica:

Modos de un arte mayor

Habiendo cursado estudios de arquitectura en Madrid, Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948) es conocido hoy, ante todo, por su notabilísima labor en el campo de la pintura y, en particular, como uno los talentos más personales y de mayor alcance renovador en el ámbito de la figuración que irrumpen con el relevo generacional de la plástica española en el curso de los años setenta del pasado siglo. Aun así, a lo largo de su trayectoria, el creador gaditano ha compaginado el trabajo pictórico con reiteradas incursiones paralelas, ya sea en el diseño arquitectónico o en las llamadas artes aplicad...

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Habiendo cursado estudios de arquitectura en Madrid, Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948) es conocido hoy, ante todo, por su notabilísima labor en el campo de la pintura y, en particular, como uno los talentos más personales y de mayor alcance renovador en el ámbito de la figuración que irrumpen con el relevo generacional de la plástica española en el curso de los años setenta del pasado siglo. Aun así, a lo largo de su trayectoria, el creador gaditano ha compaginado el trabajo pictórico con reiteradas incursiones paralelas, ya sea en el diseño arquitectónico o en las llamadas artes aplicadas. Sin embargo, hasta la fecha, de todas esas otras vertientes de su obra, tan sólo habían sido mostradas algunas de ellas, sea como flecos marginales dentro de una revisión de su pintura o, separadamente, con muestras puntuales centradas en los dibujos arquitectónicos o en la edición de muebles. Así las cosas, ello ha tendido a menudo a extender la sensación de que tales incursiones, aunque desde luego brillantes, no eran a la postre sino digresiones caprichosas, y marginales por tanto, con relación al tronco vertebral de la pintura al que habría finalmente que asimilar, como identidad específica, al auténtico Pérez Villalta. Una imagen que esta muestra, tan oportuna como certera, viene felizmente a dinamitar.

GUILLERMO PÉREZ VILLALTA

'Artífice'

Salas de la Obra Social

de Caja San Fernando

Plaza de San Francisco, 1 y calle Imagen, 2. Sevilla

Hasta el 30 de julio

De entrada, resulta impresio

nante lo desplegado, en un diáfano y muy bien articulado montaje, entre las dos sedes expositivas de Caja San Fernando, donde nos topamos con diseños y maquetas de arquitecturas, tanto construidas como utópicas, con proyectos de jardines, muebles, lámparas, piezas de orfebrería, joyas, escenografías y figurines teatrales, decoraciones murales, azulejos, suelos de baldosa hidráulica, alfombras, tapices, bocetos de naipes u originales para carteles. Un conjunto espectacular sin duda, por su riqueza y desconcertante capacidad de invención, de impacto tanto mayor en la medida en que la selección reunida es apenas una síntesis de la extensa producción desarrollada por el artista dentro de esos y otros ámbitos. Lo que, incuestionablemente, arroja una perspectiva bien distinta sobre la relación entre tales querencias y la pintura en Pérez Villalta.

No es, claro está, tampoco aquí, el tamaño lo que importa. Sino otra cuestión de orden más complejo y esencial. Pues más allá de la sorpresa ante el alcance de su labor dentro de las artes aplicadas, lo que en verdad decisivo nos revela esta exposición es el proceso mediante el cual el concepto de ornamento acaba emergiendo como eje central en la articulación de todo el cosmos creativo de Pérez Villalta y que ha determinado la evolución de su lenguaje pictórico en el curso de la última década. Una visión, que enlaza con el Occidente medieval y pervive aún en la tradición oriental, donde el ornamento cobra una dimensión trascendente y un insondable potencial simbólico, como instrumento de interpretación de lo real. Y justo eso, la primacía de lo ornamental que todas comparten, como capacidad de exégesis que hace de la creación un modo de conocimiento, justo eso, insisto, es lo que permite redituar el lugar relativo de la pintura y las restantes prácticas, bajo esa condición de artífice que el título de la muestra reclama para Pérez Villalta. Todas ellas, ya sin jerarquías, modos indistintos, en la tela como en su proyección hacia el objeto, de un mismo y único arte mayor.

Una de las salas de la exposición 'Artífice', de Guillermo Pérez Villalta, en Sevilla.

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