Crónica:Alemania 2006 | Brasil-Croacia

Más mito que juego

Brasil derrota a Croacia con un tanto de Kaká, pero de nuevo administra con usura la calidad de sus jugadores

Brasil tiene dos ventajas: gana casi siempre y aprovecha perfectamente el mito de su magia. No se le puede reprochar que gane. De eso se trata. A la altura del mito no está casi nunca. Corren tiempos comerciales en los que es más fácil hacer caso de los anuncios que de la realidad. La gente sueña con Brasil porque dispone de los mejores jugadores del mundo. Y sueña con un equipo que se compara con los grandes de la historia, con la selección que conquistó el Mundial de 1958 o con la que maravilló en 1970. Los poéticos añaden otro: aquel Brasil que cautivó a los aficionados en el Mundial de 198...

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Brasil tiene dos ventajas: gana casi siempre y aprovecha perfectamente el mito de su magia. No se le puede reprochar que gane. De eso se trata. A la altura del mito no está casi nunca. Corren tiempos comerciales en los que es más fácil hacer caso de los anuncios que de la realidad. La gente sueña con Brasil porque dispone de los mejores jugadores del mundo. Y sueña con un equipo que se compara con los grandes de la historia, con la selección que conquistó el Mundial de 1958 o con la que maravilló en 1970. Los poéticos añaden otro: aquel Brasil que cautivó a los aficionados en el Mundial de 1982. No ganó, pero su legado es enorme. También Junior, Sócrates, Falção y Zico son esenciales en el mito de su fútbol, de una manera casi sagrada de entender el juego. No los detalles: el juego. Por mucho que haya ganado en los últimos tiempos -dos Mundiales, nada menos-, Brasil no ha jugado bien. O algo peor. No ha estado a la altura de la leyenda de sus grandes equipos, del fútbol que la gente relacionó con la magia. Tampoco ayer, en el magnífico estadio de Berlín, escenario de gestas que remiten a lo mejor del deporte y a lo peor del género humano. Brasil ganó, por supuesto. Lo hace con una regularidad asombrosa. Pero de nuevo administró con usura la calidad de sus jugadores.

RESULTADO

BRASIL 1 - CROACIA 0

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Un problema serio de Brasil es el devastador efecto que ha tenido la caja mágica en sus centrocampistas. Cuando Parreira alineó en el Mundial de Estados Unidos a Mazinho, Dunga y Mauro Silva lanzó un mensaje que ha penetrado en todos los sectores del fútbol brasileño. El equipo tiene que estar blindado en el medio campo para proteger a las figuras de su delantera y a los inigualables laterales. A fuerza de repetirse, ha producido los mejores centrocampistas defensivos del mundo. Desde el extraordinario Mauro Silva hasta Emerson, el último gran representante de la tradición, Brasil ha generado especialistas que son la envidia de cualquier equipo. El proceso ha tenido desagradables consecuencias para otro tipo de centrocampistas, los creativos al modo de Didí, Gerson, Rivellino, Sócrates o Falção. Se trata de un atentado ecológico contra un tipo de jugador fundamental en la vieja conciencia del fútbol. Brasil cuenta con Ronaldinho y Kaká, extraordinarios futbolistas que comienzan a despegar en el último cuarto del campo. No se les puede asociar con sus maravillosos antecesores, de campo entero, líderes de la manera de jugar que se identifica con el gran Brasil. Hace tiempo que no hay relajados pasadores en el medio campo, gente capaz de hacer las transiciones adecuadas entre la defensa y los delanteros. De eso se encargan sus laterales, atletas incombustibles que progresan como balas por los costados. Y, una vez cerca del área, los detalles de Kaká o Ronaldinho se encargan del resto.

El gol brasileño retrató con precisión esta manera funcional de entender las cosas. Después de un peñazo de primer tiempo, Cafú se escapó por su carril, observó a Kaká en el otro lado y le entregó la pelota. Del resto se encargó la estrella. En esas cuestiones, Brasil no admite rival. Kaká enganchó un remate formidable y la pelota entró por la escuadra. Un detalle, un gran detalle, como es costumbre en la selección brasileña. Juego, no. Pasó por el primer tiempo sin energía y sin ideas. Emerson cometió todas las faltas posibles, Zé Roberto apenas dio señales de vida y Ronaldo fue un espectador del mal partido de su equipo. Pareció tan aburrido como los espectadores. Siempre quedaba una posible genialidad de Ronaldi-nho y Kaka, pero su cometido no está relacionado con el juego del equipo, sino con el aprovechamiento puntual de sus enormes recursos. El gol de Kaká fue una muestra perfecta.

Es tal la fascinación generada por el mito brasileño que los rivales agradecen una corta derrota. Croacia atraviesa una crisis profunda, natural por otra parte. Son las consecuencias del desgarrado conflicto balcánico y la atomización de la antigua Yugoslavia. Cuenta con algunos jugadores potables, pero no se siente potencia del fútbol. Se enfrentó a Brasil con espíritu combativo. Hizo un esfuerzo descomunal y hasta tuvo sus oportunidades. La mejor llegó en un tiro de Babic que Dida rechazó con muchas dificultades. El tanto de Kaká estimuló a los croatas tanto como la evidencia del deficiente juego de Brasil. Los jugadores vieron que había partido. La potente hinchada croata, también. Llegó hasta donde pudo un equipo que salió derrotado con honor, casi satisfecho. Perdió contra la constelación de estrellas que adorna a la selección brasileña. Nadie se lo reprochará. Probablemente, tampoco a este Brasil tan poco generoso con su historia. Gana tan a menudo que puede explotar el mito de su fútbol. Pero la verdad es otra. Desde hace mucho tiempo no juega bien.

Kaká celebra su gol ante Croacia.REUTERS

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