Reportaje:Alemania 2006 | Un modesto reta al anfitrión

Fútbol, pasión y naturaleza

Costa Rica disfruta de su tercera cita mundialista con una afición entregada a un equipo modesto que ha perdido potencial en las áreas

Se juega como se vive. El seleccionador alemán, Jürgen Klinsmann, trata de inculcar ese simple pero trascendente aforismo en la mente de sus pupilos. Para ello cuenta con los servicios de Urs Siegenthaler, un técnico suizo que ha visitado decenas de estadios en calidad de espía. Ha seguido de cerca a los rivales de la selección teutona armado con una cámara de vídeo para ilustrar sus informes. Pero el fruto de ese estrecho marcaje, traducido en imágenes que los jugadores de la selección alemana han tenido que estudiar estos días, no sólo contenía un completo estudio táctico sobre la fórmula de...

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Se juega como se vive. El seleccionador alemán, Jürgen Klinsmann, trata de inculcar ese simple pero trascendente aforismo en la mente de sus pupilos. Para ello cuenta con los servicios de Urs Siegenthaler, un técnico suizo que ha visitado decenas de estadios en calidad de espía. Ha seguido de cerca a los rivales de la selección teutona armado con una cámara de vídeo para ilustrar sus informes. Pero el fruto de ese estrecho marcaje, traducido en imágenes que los jugadores de la selección alemana han tenido que estudiar estos días, no sólo contenía un completo estudio táctico sobre la fórmula de juego de Costa Rica. Antes de concentrarse en la información futbolística, los discípulos de Klinsmann rompieron la rutina de la concentración prestando atención a un reportaje visual. En él se explicaba cómo es la vida en ese pequeño país centroamericano habitado por casi cuatro millones de personas, que disolvió su ejército en 1948 y que hospeda, como patrimonio de la humanidad y reclamo turístico, uno de los ecosistemas naturales más ricos del planeta.

Durante el partido, los servicios públicos costarricenses sólo atenderán emergencias
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Ahora Ballack y compañía ya saben que se enfrentan a un equipo modesto, pero depositario de las ilusiones de una afición eufórica y orgullosa. Varios periódicos alemanes acogen hoy en sus páginas publicidad institucional del instituto costarricense de turismo: "La pasión por el fútbol es parte de nuestra naturaleza". La frase rubrica una fotografía en la que unos niños juegan con un balón en un idílico atardecer playero.

La ilusión que se ha generado en Costa Rica ante la tercera cita mundialista de su selección es tan grande que el gobierno ha decretado que todos los servicios públicos actuaran hoy durante el partido atendiendo exclusivamente emergencias, como si de un día festivo se tratara. El delirio mundialista alcanza a toda la población, incluido Óscar Arias, actual presidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz en 1987 por sus denodados esfuerzos en pro de la pacificación de Centroamérica. El mandatario afirma que la selección nacional tiene la misión de ser mensajera de valores fundamentales costarricenses como la paz, la democracia, la igualdad, el respeto por la naturaleza y la defensa de una economía progresiva. Además Arias no regatea elogios para los jugadores que hoy se enfrentarán a los anfitriones del Mundial: "Cuando los veo atacar al enemigo me acuerdo de que somos una nación que rechaza el conflicto brutal. Cuando los veo arrancar el césped con sus botas recuerdo cómo luchamos por proteger nuestra selva de las excavadoras".

Más allá de esa emotiva vitamina, la selección prepara su debut con la incertidumbre generada por el mal juego exhibido en sus partidos de preparación y el sueño de emular a sus predecesoras. La Costa Rica que firmó su primera y sorprendente participación en un Mundial en Italia 90 se caracterizaba por su buen trato de balón y una solidaria disciplina táctica no exenta de cierta audacia. Aquel equipo alcanzó los octavos de final del torneo tras vencer a Escocia, caer ante Brasil y derrotar a Suecia. Su entrenador era Bora Milutinovic, un espíritu nómada que ha dirigido a cinco selecciones distintas en cinco campeonatos del mundo consecutivos. "Hasta un ateo como yo espera un milagro de vez en cuando", declaró justo antes de clasificarse para los octavos, donde caería dignamente ante Checoslovaquia.

En aquel equipo, junto al guardameta Conejo, el líbero Flores o el delantero Medford, destacaba Alexandre Guimaraes. Era un centrocampista tenaz nacido en Brasil que emigró a Costa Rica con once años junto a sus padres porque su progenitor era un médico empleado en la Organización Panamericana de Salud que en los años 80 luchaba contra la malaria en Centroamérica. Tras obtener la doble nacionalidad y hacer carrera como jugador en Costa Rica se recicló en técnico. Dirigió a la selección en su siguiente aventura mundialista, en 2002. Su equipo sabía llegar a la portería rival y estuvo muy cerca de superar la primera fase: ganó a China, empató con Turquía y perdió con Brasil. Por eso volvieron a requerir sus servicios cuando estaba pasando por un momento nefasto en la clasificación para este mundial. La Costa Rica que hoy se enfrenta a la selección germana no parece tener el equilibrio que mostró en las citas anteriores y ha visto mermado su potencial en las dos áreas. "El equipo necesita más seguridad defensiva. Ahora tomamos precauciones que en 2002 no aplicábamos", declara Guimaraes, al tiempo que promete que su equipo no será intimidado por el ambiente en Múnich: "Todo se reduce a un once contra once".

El técnico Guimaraes da una orden durante el entrenamiento de ayer en Waldorf.EFE

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