Columna

La curvatura del PP

Ya dejó claro Albert Einstein hace casi un siglo, en su teoría general de la relatividad, que la gravedad no funciona como la fuerza directa de atracción que la mecánica clásica describía, sino que consiste en un movimiento inercial dentro de la curvatura que causa en el espacio-tiempo el campo gravitatorio de un objeto, más intenso cuanto más pesado. Desde entonces, los físicos teóricos, los cosmólogos y otros científicos de vanguardia son capaces de localizar estrellas, aunque estén ocultas a la observación directa, mediante el cálculo de los efectos gravitacionales que generan. Algo similar...

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Ya dejó claro Albert Einstein hace casi un siglo, en su teoría general de la relatividad, que la gravedad no funciona como la fuerza directa de atracción que la mecánica clásica describía, sino que consiste en un movimiento inercial dentro de la curvatura que causa en el espacio-tiempo el campo gravitatorio de un objeto, más intenso cuanto más pesado. Desde entonces, los físicos teóricos, los cosmólogos y otros científicos de vanguardia son capaces de localizar estrellas, aunque estén ocultas a la observación directa, mediante el cálculo de los efectos gravitacionales que generan. Algo similar podía hacerse este fin de semana en el excitado universo de los populares valencianos, que se agitaba frenético en el Palacio de Congresos de Valencia bajo las descargas de electricidad administradas a sus planetas, estrellas, lunas, asteroides, satélites y meteoritos por la plana mayor de sus dirigentes españoles, con Mariano Rajoy y Ángel Acebes a la cabeza.

Dramáticamente decorada por un número creciente de astros convertidos en cometas en plena ignición autodestructiva, la galaxia del PP valenciano reveló el sábado y el domingo todos los efectos de aceleración demagógica, desviación electoral, decaimiento programático, fricción de arrastre y corrimiento idiosincrático hacia el azul que confirman la presencia cercana de un campo de intensa gravedad, tan influyente como ausente de la escena. Sólo así se explican los llamamientos de Acebes y Rajoy a la necesaria unidad "en torno al liderazgo de Francisco Camps" emitidos sobre los cargos y los militantes de un partido que, pese a proclamar que arrasará en las elecciones, es consciente de que se juega mucho en los acontecimientos de los próximos meses.

La coreografía euforizante de los populares, tan profesional, no pudo disipar las distorsiones que inducían en el mensaje las ondas gravitacionales procedentes de Eduardo Zaplana y sus expectativas. Todo el mundo sabe que se acerca el momento de la verdad, aquel en el que Camps debe imponer su ambición a la de su predecesor y adversario en la pugna interna del partido. La confección de las candidaturas, el resultado de un pulso que sobrevoló como una premonición abrumadora el auditorio donde se celebró la convención, acabará de dibujar la curvatura del PP en los comicios autonómicos y municipales del año que viene. Eso si tanto trajín estelar no esconde un agujero negro.

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