LÍNEA DE FONDO

Intriga en Nurburgring

Los bólidos se impacientan sobre la corona tendida de Nurburgring. El Mundial ha llegado a una de esas encrucijadas en las que cambia el destino de las escuderías: puesto que Alonso ha tomado la delantera en la clasificación general y se ha quedado a vivir en el podio, sus perseguidores deben dar sin demora un golpe de autoridad. El estado de la cuestión es inquietante: o acortan distancias ahora o pueden perderlo de vista para siempre.

La ansiedad se transmite como una descarga eléctrica a través de la atmósfera inestable del paddock, matizada por la variación constante de tempe...

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Los bólidos se impacientan sobre la corona tendida de Nurburgring. El Mundial ha llegado a una de esas encrucijadas en las que cambia el destino de las escuderías: puesto que Alonso ha tomado la delantera en la clasificación general y se ha quedado a vivir en el podio, sus perseguidores deben dar sin demora un golpe de autoridad. El estado de la cuestión es inquietante: o acortan distancias ahora o pueden perderlo de vista para siempre.

La ansiedad se transmite como una descarga eléctrica a través de la atmósfera inestable del paddock, matizada por la variación constante de temperaturas y olores. Poseídos por el espíritu de la contradicción, al borde del colapso y de la catástrofe nuclear, los mecánicos se alternan en las tareas de calentar y enfriar; o abrigan los neumáticos o ventilan los motores. Mientras tanto, la cuadrilla del chip pone a prueba las meninges y los circuitos impresos: se trata de calcular una compleja trama de variables en la que se conecten, encajen y complementen hasta un límite infinitesimal la aceleración, la frenada, el equilibrio y la velocidad. Buscan desesperadamente la nueva configuración.

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Saben que Nurbugring exigirá por igual a coches y pilotos. No es, como Imola, un tortuoso ferrocarril pintado de negro. Aquí sí podrán atacar quienes tengan coche, mano y corazón. Así, por ejemplo, Kimi Raikkonen, el llamado Hombre de hielo, debe salir del iglú de una vez por todas. En la temporada 2005 nos dejó un vibrante memorial de poles, trompos, remontadas, patinazos, vueltas rápidas y llegadas lentas, y se ganó una reputación ambivalente; para unos fue Juan Calamidad y para otros el campeón sin corona. También interpretaron de dos maneras sus salidas por la tangente: para sus partidarios eran el timbre de rebeldía que distingue a un aspirante, para sus detractores revelaban una personalidad tan voluble como su tacto. Conforme avanza el año, algunos críticos murmuran que se juega las cervicales en un MacLaren pero que ha perdido la cabeza por el Ferrari. Poco a poco, su leyenda de sucesor de Schumacher va disolviéndose en su leyenda de bebedor de cerveza. Por tanto, su futuro empieza hoy.

También puede empezar hoy el pasado de Schumi. Hace apenas un año todos decían lo mismo de él: "Vale medio segundo más que cualquiera". Hoy casi todos piensan que vale medio segundo menos que el campeón y se preguntan si en Imola resucitó o si sólo abrió un ojo por intercesión de San Marino.

Por si acaso, Fernando Alonso encabeza la parrilla, se aprieta sobre su cubil de plástico, encaja la visera y mira en redondo como suelen hacerlo los seres territoriales; con una mezcla inflamable de suficiencia y tensión. No hay duda: lleva en la cara las rayas del tigre.

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