Columna

'Aserejé, ja, de je de je tu de jebere...'

Los expertos lo definen como "el síndrome del espejo", que es la querencia de cualquier político por leer o ver su nombre y sus palabras reflejadas en un periódico, una televisión o una radio. Les gusta más que la fama a los protagonistas de Gran Hermano. No hacen política. Hacen numeritos delante del espejo para deleitarse con el reflejo. Están locos por la música. La letra es lo de menos. Ya saben: ¡Aserejé ja de je de je tu de jebere...!

Pero hace falta todo un dominio del arte escénico para controlar los tiempos y los espacios mediáticos, porque de lo contrario el espe...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Los expertos lo definen como "el síndrome del espejo", que es la querencia de cualquier político por leer o ver su nombre y sus palabras reflejadas en un periódico, una televisión o una radio. Les gusta más que la fama a los protagonistas de Gran Hermano. No hacen política. Hacen numeritos delante del espejo para deleitarse con el reflejo. Están locos por la música. La letra es lo de menos. Ya saben: ¡Aserejé ja de je de je tu de jebere...!

Pero hace falta todo un dominio del arte escénico para controlar los tiempos y los espacios mediáticos, porque de lo contrario el espejo acaba como el de la madrastra. Ahí está Bernardo del Rosal, que se ha pasado los últimos quince días alardeando de Hamlet para que alguien del PP se fijara en su categoría escénica como síndico. O como hacen otros políticos valencianos. Antonio Such, Francesc Signes, Isaura Navarro o Perelló están siempre listos a decirle a un micrófono lo que el micrófono quiera escuchar. Y si el periodista quiere preguntar, pues también. Lo que sea. Ellos entonan su melodía: ¡Aserejé!

Ricardo Costa, Serafín Castellano o José Joaquín Ripoll juegan un día a cambiarle la melodía a los anteriores y al día siguiente a montar su propio ritmo. Es su oficio, pero les encanta el espejo, venga o no a cuento. A los políticos y a los oficios cercanos. Por eso Antonio Fernández Valenzuela acaba pidiendo "un gobierno fuerte" cuando lo eligen presidente de la Cámara de Comercio de Alicante. Y Arturo Virosque exige "ayuda" para enfrentarse a los chinos desde la Cámara de Valencia. El trabajo en política se mide por centímetros en los titulares o minutos en televisión, aunque sea para decir Aserejé...

Es también una forma de anunciar activos, como los futuros en la Bolsa. Hay que cotizar todos los días. Eduardo Zaplana, por ejemplo, es un campeón en estos menesteres. Y Rubalcaba el creador del Ibex. Los activos cotizan con el lenguaje para decir lo que hay que decir pero sin decirlo. El orgasmo, la felicidad del púlpito que diría Eduardo Punset. El poder no sirve para cambiar la sociedad, el poder es el control del lenguaje. Antes el poder servía para transformar la sociedad. Ahora para salir en los papeles diciendo Aserejé...

La mejor experiencia fue la observada durante la campaña de Rodríguez Zapatero hacia la Moncloa, cuando se sellaron todos estos trucos. Les recomiendo (creo que ya lo he hecho alguna otra vez) el magnífico libro El efecto ZP, del publicista Juan Campany, para que aprendan cómo se monta un líder y una campaña electoral permanente, utilizando el efecto de los titulares sobre los electores-ciudadanos-clientes. Desde el "efecto ZP" hasta el "¡Pásalo!". El soporte técnico es lo de menos. La materia prima y las circunstancias sobre las que trabajar eran buenas, pero Campany y su equipo encontraron los titulares. Saben más de psicología social que de marketing. Y, además, los del PP son unos pardillos. Siguen creyendo en los gabinetes de prensa, sin darse cuenta que la estrategia es más importante que la táctica.

Porque además de gustarles salir en los papeles, los políticos ha encontrado la complicidad de los medios de comunicación. Los periodistas saben (sabemos) que cuando ejercen (ejercemos) de políticos basta con llamar a Such, Costa o Ripoll para que se calienten la boca, confirmando lo que nos salga en gana decir. Y lo que es mejor (o peor, vaya usted a saber), es que la ciudadanía también se ha percatado de la vocación escénica de los políticos. "Si no me hacen caso me voy a la prensa", dice un agitado presidente de asociación de vecinos. O unos ecologistas que se atan a un tractor para asegurarse la foto al día siguiente y el interés político.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Aunque claro, todo esto provoca una distorsión política. Primero genera un código negativo, simple, frívolo, de toda la actividad política. La gestión se reduce a titulares. Segundo, lo que digan estos señores importa un carajo a la ciudadanía. La España política y la España real. Y tercero, a río revuelto ganancia de pescadores. Salvando excepciones, hay mucho político cantando ¡Aserejé! Los periodistas son (somos) más modernos y entonamos el éxito que las mismas Ketchup llevarán a Eurovisión: ¡Bloody Mary!

(*) www.jesusmontesinos.es

Archivado En