Análisis:A LA PARRILLA | PROGRAMACIÓN

Dos Zapateros

La entrevista que Carles Francino le hizo a José Luis Rodríguez Zapatero (la SER) tuvo un destello de humor involuntario: el presidente dijo que no se había entrevistado con George Bush, pero sí tres veces con el secretario general de Naciones Unidas. Me recordó esos estudiantes que, para justificar un suspenso en matemáticas, presumen de dos notables en gimnasia. Hay un Zapatero más cómico que el de verdad: el que imita Queco Novell. Le vimos en Planeta finito (La Sexta), ejerciendo de turista acelerado por las calles de Atenas, un reto que tenía algo de alucinación, con imágenes del p...

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La entrevista que Carles Francino le hizo a José Luis Rodríguez Zapatero (la SER) tuvo un destello de humor involuntario: el presidente dijo que no se había entrevistado con George Bush, pero sí tres veces con el secretario general de Naciones Unidas. Me recordó esos estudiantes que, para justificar un suspenso en matemáticas, presumen de dos notables en gimnasia. Hay un Zapatero más cómico que el de verdad: el que imita Queco Novell. Le vimos en Planeta finito (La Sexta), ejerciendo de turista acelerado por las calles de Atenas, un reto que tenía algo de alucinación, con imágenes del presidente bailando el sirtaki. Los españoles con los que se cruzaba le trataban de maravilla, con un cariño pelotero, indigno de contribuyentes fetén. En la radio, el Zapatero de verdad también recomendó una canción de Melendi, al que habíamos visto en Maracaná 06 (Cuatro). La letra de la canción contiene un mensaje que invita al análisis político: "Olvídate de todo lo que fui / y quiéreme por todo lo que pueda llegar a ser". Zapatero dijo que Melendi le gusta a sus hijas. Éste es un rasgo del nuevo hombre de hoy que algunos practicamos para parecer más sensibles y enrollados de lo que somos: hablar de los hijos.

En La ruleta de la suerte (Antena 3), el presentador, Jorge Fernández, también reivindicó, aunque fugazmente, su paternidad. Llevaba unos tejanos deshilachados, tan falsamente pobres como caros, e intentó resucitar un concurso tan enfermo como la niña que ablandó el duro corazón del doctor House (Cuatro). Fernández parecía el Zapatero falso recorriendo ruinas atenienses, escuchando psicofonías de presentadores precedentes (Bigote Arrocet, Fernando Esteso), paseando por un formato que conserva vestigios de la prehistoria catódica, como esas pegatinas circulares pegadas al pecho de los concursantes. Existen soluciones más avanzadas para identificar a los concursantes, pero lo que mola es recurrir al fósil. Moraleja: la pegatina cutre es al concurso lo que el tejano deshilachado es a la moda.

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