Crónica:BALONCESTO | Final a cuatro de la NCAA

Joakin Noah, tras los pasos de papá Yannick

"A partir de ahora solo reclutare a hijos de ex -jugadores" declaró medio en serio medio en broma el entrenador de Florida, Billy Donovan, tras la victoria de su equipo contra pronóstico ante la de Villanova, una de las favoritas, y que colocaba a su equipo en la final a cuatro del baloncesto universitario estadounidense que comienza hoy en Indianápolis. Donovan no se refería al gran partido que disputo el pívot Al Horford, hijo de Tito Horford, el primer dominicano de la NBA. Tampoco hablaba de su base Laurean Green, hijo de Sydney Green, que jugó diez temporadas en la Liga. Donovan, que jugó...

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"A partir de ahora solo reclutare a hijos de ex -jugadores" declaró medio en serio medio en broma el entrenador de Florida, Billy Donovan, tras la victoria de su equipo contra pronóstico ante la de Villanova, una de las favoritas, y que colocaba a su equipo en la final a cuatro del baloncesto universitario estadounidense que comienza hoy en Indianápolis. Donovan no se refería al gran partido que disputo el pívot Al Horford, hijo de Tito Horford, el primer dominicano de la NBA. Tampoco hablaba de su base Laurean Green, hijo de Sydney Green, que jugó diez temporadas en la Liga. Donovan, que jugó a las ordenes de Rick Pitino en la universidad de Providence, y que fue su asistente en la de Kentucky, se refería a la nueva gran figura del baloncesto colegial, Joakim Noah, hijo de Yannick Noah, el carismático tenista francés de origen camerunés que venció el torneo de Roland Garros en 1983 y hoy es una estrella del reggae.

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Con su pelo rastafari, una sonrisa contagiosa similar a la de su padre y una mezcla especial de talento y carisma, Joakim Noah (Nueva York, 1985) comenzó la temporada en el banquillo, pero sin previo aviso explotó hasta convertirse en uno de los jugadores mas atractivos para los hinchas, la prensa especializada y los ojeadores de la NBA. Con gritos al cielo, golpeándose el pecho con el puño después de una gran jugada o reagrupando a sus compañeros en círculo tras una mala racha, Noah se ha distinguido como un líder singular. Con 2,11 cm. de estatura y muchísima envergadura, Joakim comenzó a mostrar detalles de figura: corre los contraataques siguiendo el manual, posee un movimiento de pies que recuerda a Kevin Garnett, unas manos dignas de un base, unos brazos que son imanes para generar tapones y una capacidad pasadora por lo general inexistente en un hombre de su estatura. Pero además, y en esto se distingue especialmente, es una fuente constante de energía que con su carisma ha contagiado a compañeros, apasionados y no apasionados del baloncesto.

Joakim nació en Nueva York tras la escapada que realizó Yannick Noah a EE.UU. para buscar un poco de tranquilidad en medio de la Noahmanía, que tenía enloquecida a media Francia. Volvieron a Paris tres años más tarde, pero Joakin regresaría a la Gran Manzana tras el divorcio de sus padres. Se asentó entonces en el barrio más bohemio de Nueva York, el Soho, junto a su madre Cecilia Rodhe, que fue Miss Suecia en 1978. Abandonó la raqueta, con la que había flirteado durante algún tiempo, y se lanzó a las canchas al aire libre, con asfalto en el suelo y cadenas en las canastas, que son ya parte del paisaje de Manhattan.

Tras pasar la mayor parte de su primer año en Florida en el banquillo, Donovan le recomendó que debía recuperar el juego que le hizo famoso en el instituto y le mandó a buscar su espíritu perdido en las calles de Nueva York. En la prestigiosa liga de Rucker Park, en Harlem, Joakim Noah se metió a competir con jugadores con apodos como Homicidio o El coleccionista de huesos. Como resultado, en la locura de marzo, Joakim Noah ha saltado definitivamente al panorama internacional promediado 18 puntos, 10 rebotes, 5 tapones y 2 robos de balón por partido y haciendo tilín a media NBA. Al respecto, Noah es tajante: "Pensar en poner mi nombre en el draft ahora mismo sería egoísta".

Hijo de un camerunés con toque francés y una reina de la belleza sueca con aires vikingos, Noah lleva su mezcla racial con orgullo. Es un ciudadano universal que se siente en casa allá donde vaya, ya sea junto a una tribu africana o en una granja de Escandinavia. Por ello considera a la ganadora del Oscar a la mejor película, Crash, una decepción construida a base de estereotipos, y por ello se niega a rezar con el resto del equipo antes de los partidos por que, aunque cree en Dios, no se considera de ninguna religión. De hecho, de su cuello cuelgan de la mano un crucifijo y un símbolo musulmán que compro en un viaje a Senegal. Así es Joakim Noah, tan singular como el emblema que luce en su pecho.

Joakin Noah durante un encuentro de Florida.ASSOCIATED PRESS

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