Análisis:A LA PARRILLA

Nueva cadena

Empezó La Sexta. En la declaración programática, la palabra central fue "entretenimiento". Debutó prometiendo que este entretenimiento lo dará sin inmersión en la cochambre. Un lunar inicial: por ahora, no hay telediarios. Hubo una supuesta encuesta callejera en la que todos aseguraban que no miraban la tele. La Sexta les propuso salir del armario y poder decir que la ven sin tener que avergonzarse. La presentación terminó con Emilio Aragón anunciando a grito pelado: "Tenemos el Mundial". Luego, un espacio de cocina. También hubo un simpático concurso de adivinanzas sobre datos de la vida coti...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Empezó La Sexta. En la declaración programática, la palabra central fue "entretenimiento". Debutó prometiendo que este entretenimiento lo dará sin inmersión en la cochambre. Un lunar inicial: por ahora, no hay telediarios. Hubo una supuesta encuesta callejera en la que todos aseguraban que no miraban la tele. La Sexta les propuso salir del armario y poder decir que la ven sin tener que avergonzarse. La presentación terminó con Emilio Aragón anunciando a grito pelado: "Tenemos el Mundial". Luego, un espacio de cocina. También hubo un simpático concurso de adivinanzas sobre datos de la vida cotidiana; una enaltecedora serie con la Navy salvando al presidente de un atentado de, parece, Al Qaeda; prometedoras píldoras de humor marciano, y un documental donde chupa cámara el pesado del documentalista-héroe. La tarde terminó con un dudoso Juicio de parejas en el que dos parejas, con sus testigos, disputan. Un jurado debate y sentencia. Para nadar y guardar la ropa (programática) escogieron dos casos blancos: la limpieza en el hogar y la "manipulación" de un machista. La primera duda es que los protagonistas sigan siendo pareja tras dar el triste espectáculo.

Otro estreno. En Cuatro, el domingo, Los simuladores. Son un equipo de benefactores que vencen al Mal gracias al simulacro. Pero la inteligencia del asunto está en los detalles. No son mamporreros. Sus causas son domésticas. Se ponen del lado de quien merece ganar, pero piden, como buenos mercenarios, un salario. Aunque es una serie desenfadada, Federico Luppi, su primer gran cliente, describió con pinceladas maestras el drama de la persona mayor arrojada del mundo laboral por tener cierta edad. Con imaginativas estratagemas de timador, los simuladores logran que lo contraten de nuevo y con el doble de sueldo. Mimada técnicamente, sus artimañas son tan improbables como las de Misión imposible, pero en Los simuladores tienes unas ganas invencibles de que les salga bien. Están con el pobre ciudadano.

Archivado En