Crítica:

Formas en la naturaleza

En una época dominada por las marcas y los logotipos, el arte y sus obras también sufren los efectos de esa "identificación de marca" que suele decir muy poco sobre el carácter o el sentido de las obras a las que se aplica. Así el trabajo de Adolfo Schlosser (Leitersdorf, Austria, 1939-Bustarviejo, 2004) suele ser presentado como land art e incluso como conceptual sin que esas marcas comerciales le cuadren, ante todo porque ha sido uno de los artistas menos comerciales que han vivido en España. Cuando ahora se tiene la feliz ocasión de ver reunida casi toda su obra en una exposic...

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En una época dominada por las marcas y los logotipos, el arte y sus obras también sufren los efectos de esa "identificación de marca" que suele decir muy poco sobre el carácter o el sentido de las obras a las que se aplica. Así el trabajo de Adolfo Schlosser (Leitersdorf, Austria, 1939-Bustarviejo, 2004) suele ser presentado como land art e incluso como conceptual sin que esas marcas comerciales le cuadren, ante todo porque ha sido uno de los artistas menos comerciales que han vivido en España. Cuando ahora se tiene la feliz ocasión de ver reunida casi toda su obra en una exposición se puede apreciar que se trata de un artista mucho más interesante de lo que siempre se ha creído. Sólo por ello se justifica la necesidad de realizar esta retrospectiva, comisariada por Francisco Calvo Serraller, así como de promover una difusión que permita situar su trabajo en el lugar que le corresponde. Pero para conseguirlo es necesario analizar sus obras fuera de los tópicos, incluido el de denominarlas esculturas.

ADOLFO SCHLOSSER

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Santa Isabel, 52. Madrid

Hasta el 16 de mayo

Pero, ¿qué es lo que hacía? Desde mi punto de vista, el interés del trabajo de Schlosser radica en dos campos que son columnas vertebrales del arte en general y, muy particularmente, del contemporáneo. Se trata de la materia y la forma. Poco después de instalarse en España, a partir de 1966, comienza su carrera artística. En algunas obras, en torno a 1970, se puede descubrir su interés por una geometría rigurosa con la que configura tramas abstractas y esencialistas que incluso provocan efectos óptico-cinéticos. Estas obras, poco conocidas, son la base de una búsqueda de formas racionales en los elementos de la naturaleza, irregulares e impredecibles, que se acercan más a los trabajos analíticos del fotógrafo y profesor de arte como Karl Blossfeldt que a los formalistas que trabajan con la tierra tallando desmontes o que trazan líneas en el campo abierto.

El trabajo de Schlosser parece querer enfrentar dialéctica y paradójicamente la construcción racionalista de la geometría a la irregularidad casual, propia de los productos de la naturaleza. En sus investigaciones plásticas se servía de ramas, piedras, cera, paja, cortezas, piñas, pieles o barro, materiales que dividía y seccionaba con cortes precisos, para, después, atarlos, tensarlos, coserlos o pegarlos siguiendo tramas regulares, espirales, círculos, secuencias y simetrías. Aunque el trabajo de Schlosser ha sido reconocido (Premio Nacional de Artes Plásticas, 1991) su obra no es suficientemente conocida, una prueba de ello es el escaso eco que ha tenido en las generaciones posteriores de artistas y los pocos textos que se han publicado sobre ella. Es de esperar que la exposición y las publicaciones que la acompañan ayuden a comprender el sentido de su trabajo.

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