Análisis:A LA PARRILLA

El médico de guardia

Hasta que llegó House a nuestras pantallas, los doctores se dividían en dos. Por un lado estaban los médicos mañaneros de guardia y de ficticia titulación, como el incombustible doctor Torreiglesias de Saber vivir, al que le sigo desde aquel concurso del franquismo inferior titulado Cesta y puntos, pasando por su desmesurada bibliografía de autoayuda, siempre en la inconfundible línea máster del Opus Dei, y por el otro, los estupendos médicos de ficción de las series. Estos últimos siempre me inspiraron mucha más confianza que los doctores reales, titulados o no, y ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Hasta que llegó House a nuestras pantallas, los doctores se dividían en dos. Por un lado estaban los médicos mañaneros de guardia y de ficticia titulación, como el incombustible doctor Torreiglesias de Saber vivir, al que le sigo desde aquel concurso del franquismo inferior titulado Cesta y puntos, pasando por su desmesurada bibliografía de autoayuda, siempre en la inconfundible línea máster del Opus Dei, y por el otro, los estupendos médicos de ficción de las series. Estos últimos siempre me inspiraron mucha más confianza que los doctores reales, titulados o no, y me ayudaron a superar las hipocondrías y claustrofobias que me contagiaban nuestros particulares médicos mitad monjes mitad soldados; desde este doctor Torreiglesias de TVE hasta el doctor Beltrán de Antena 3, pasando, no lo olvido, por los doctores Cabeza, Rosado y otros disparates.

Pero yo, que soy nieto de médico real, siempre preferí los médicos de la ficción. Desde los batas verdes de MASH hasta los batas blancas de Urgencias, luego de haber transitado por ahí fuera por las consultas pioneras de St. Elsewhere o Chicago Hope y por aquí dentro, con esas últimas versiones del género que son Anatomía de Grey, Nip / Tuck o el laboratorio CSI del doctor Grissom, con sus autopsias maravillosas y edificantes.

Las consultas de House son distintas y les recomiendo que no se las pierdan si tampoco se fían de los médicos con inequívoca pinta de telepredicadores y si quieren eliminar de una vez la hipocondría tipo Woody Allen y las recetas de autoayuda estilo (literario) Opus. Los martes, la medicina se convierte en una ciencia a la vez materialista y fantástica. Mientras los doctores Torreiglesias y compañía nos acojonan con sus diagnósticos proselitistas, House lo deduce todo de la superstición y la bioquímica dominantes. Desde su elegante cojera y sus pastillas antiinflamatorias, jamás promete el cielo católico a sus pacientes y siempre dice lo que nadie quiere escuchar. Sólo trabaja el placer catódico en plan Sherlock Holmes a la caza y captura del virus correspondiente, el nuevo serial-killer del milenio.

Archivado En