Crítica:CLÁSICA | Cuarteto Arditti

Ahí queda eso

Escuchar el Zayin de Francisco Guerrero (1951-1997) completo, y por los Arditti, es una experiencia, salvando las distancias y en nuestro terreno, como la de escuchar los cuartetos de Shostakóvich por el Borodin, por hablar de algo que probablemente hayan vivido muchos de los espectadores que se acercaron al Auditorio Nacional. Se trata de una música que es un mundo, que revela, diáfana, a su autor y sus maneras, y que difícilmente puede ser interpretada con la solvencia, el cuidado y la inteligencia con que lo hace este nuevo Cuarteto Arditti, del que sólo queda ya, después de años, Ir...

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Escuchar el Zayin de Francisco Guerrero (1951-1997) completo, y por los Arditti, es una experiencia, salvando las distancias y en nuestro terreno, como la de escuchar los cuartetos de Shostakóvich por el Borodin, por hablar de algo que probablemente hayan vivido muchos de los espectadores que se acercaron al Auditorio Nacional. Se trata de una música que es un mundo, que revela, diáfana, a su autor y sus maneras, y que difícilmente puede ser interpretada con la solvencia, el cuidado y la inteligencia con que lo hace este nuevo Cuarteto Arditti, del que sólo queda ya, después de años, Irvine, su fundador. Verle a éste negociar el Zayin VI, para violín solo, era como rendirle un homenaje, ahí, junto a esa música que ha defendido hasta que, al fin, pasado el tiempo, se toca, está en disco y se conoce. Una música que puede decirse a sí misma un ahí queda eso ya no sólo con el ánimo, sino con la seguridad de perdurar.

musicadhoy

Cuarteto Arditti. Francisco Guerrero: Zayin. Auditorio Nacional. Madrid, 16 de febrero.

Por Zayin pasan la violencia, la esencialidad, la preeminencia de la forma sobre cualquier coartada sentimental, pero queda también ese espacio para que el oyente, partiendo de esa base aparentemente dura, advierta que tras ella está todo lo que hace posible la creación. Cerrada más por el tiempo que por su autor, la propuesta de Zayin obliga a quien se acerca a ella a un esfuerzo que siempre compensa. Y no puede haber mejor guía que este Arditti que, aunque cambie en sus nombres, asocia el suyo para siempre a un Francisco Guerrero que nos sigue sorprendiendo, que nos hace trabajar como el primer día, pero del que cada vez sabemos más.

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