Necrológica:

Tony Franciosa, actor

Trabajó a las órdenes de Zinnemann, Kazan y Cukor

El actor Tony Franciosa falleció el jueves 19 de enero en el centro médico de la Universidad de California a los 77 años, tras sufrir una embolia.

Nacido el 28 de octubre de 1928 en Nueva York, con el nombre de Anthony Papaleo, Franciosa intervino en más de 50 películas y en un sinfín de producciones televisivas. Su carrera se forjó en las aulas del legendario Actor's Studio de Lee Strasberg, donde pronto destacaría, para saltar a las tablas de Broadway en 1956 y encargarse de una aclamada interpretación en la obra Un sombrero lleno de lluvia; su impactante actuación como hermano...

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El actor Tony Franciosa falleció el jueves 19 de enero en el centro médico de la Universidad de California a los 77 años, tras sufrir una embolia.

Nacido el 28 de octubre de 1928 en Nueva York, con el nombre de Anthony Papaleo, Franciosa intervino en más de 50 películas y en un sinfín de producciones televisivas. Su carrera se forjó en las aulas del legendario Actor's Studio de Lee Strasberg, donde pronto destacaría, para saltar a las tablas de Broadway en 1956 y encargarse de una aclamada interpretación en la obra Un sombrero lleno de lluvia; su impactante actuación como hermano de un heroinómano le valió una inmediata candidatura a los Premios Tony y lanzó su carrera de modo fulminante hacia los fastos de Hollywood.

Y es que sus primeros pasos en la gran pantalla no pudieron ser más deslumbrantes, y revelaban a un actor electrizante y de extraordinaria potencia: en 1957 debutó nada menos que a las órdenes de Fred Zinnemann en la adaptación cinematográfica de la obra que le lanzó al estrellato, arrasó las pantallas y consiguió la Copa Volpi al mejor actor en el Festival de Venecia, además de sendas candidaturas al Oscar y los Globos de Oro. Ese mismo año trabajó bajo la batuta de dos mitos de la talla de Elia Kazan, en Un rostro en la multitud, y George Cukor, en Viento salvaje. Franciosa explotaba su indiscutible atractivo físico combinado con una excepcional gama de recursos dramáticos, convertido en un actor apabullante, vitalista, que engrandecía a sus personajes, siempre fogosos y virulentos.

Sin embargo, su temperamento rebelde y conflictivo en los rodajes supuso un serio revés para su incipiente carrera. Criado en las calles del Bronx, abandonado por su padre cuando apenas había cumplido un año, Franciosa era un hombre controvertido en los platós, en los que volcaba impulsos y pasiones con excesiva fogosidad. Los estudios lo catalogaron pronto como un profesional difícil, y su carácter explotó aún más al unirse a otra personalidad de lo más volcánica, Shelley Winters -recientemente fallecida-, en un matrimonio que durante tres años alimentó las páginas de la prensa amarilla.

Sin embargo, el talento de Franciosa latió con fuerza en esos primeros años de su carrera, en películas como El largo y cálido verano, donde se medía con Paul Newman y Joanne Woodward, o en La maja desnuda, un pequeño disparate repleto de kitsch a cargo de Henry Kostner, en el que encarnaba a Francisco de Goya y ejercía de partenaire de Ava Gardner.

Durante los años sesenta y setenta, la trayectoria de Franciosa se disipa un tanto en coproducciones europeas, películas de escasa relevancia, a las órdenes de directores como Alberto Lattuada, en las que el actor se sentía más libre que en el avasallador entorno hollywoodiense. Él mismo confesaría en uno de sus libros de memorias que su carácter conflictivo siempre fue una defensa contra un éxito repentino que le convirtió en una figura pública, y transformó su trabajo en una presión constante.

Las producciones televisivas también supusieron un refugio personal para Franciosa, que en la pequeña pantalla alcanzó cotas de inmensa popularidad gracias a series como Audacia es el juego y Matt Helm, agigantadas por su presencia. Y aún participó en películas más que interesantes. En los ojos de Franciosa brillaba una mirada especial, pletórica de matices, con la que siempre logró aportar un cierto toque de agresividad a sus personajes de buena persona, al tiempo que un latente atractivo a sus personajes de villano, como en el caso del inolvidable Rodríguez de Río Conchos (1964), traidor y cínico hasta el fin, pero inevitablemente cercano para el espectador. O su inquietante Broussard en Con el agua al cuello, un dinámico thriller en el que Stuart Rosenberg lo reunió de nuevo con Paul Newman.

Durante las décadas de 1980 y 1990, la televisión continuó acogiendo a Franciosa, que se dejaba ver en el cine de manera cada vez más ocasional, y casi siempre en producciones indignas de un actor de raza, incontestable, entregado a fondo incluso en los más nefastos subproductos. Un actor que, en su última película, City Hall, la sombra de la corrupción, rodada en 1996, aún era capaz de recrear la figura de un temible mafioso y plantar cara a dos actores de la talla de Al Pacino y John Cusack.-

Tony Franciosa.

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