EL LIBRO DE LA SEMANA

El gran copto

IMAGÍNENSE QUE dentro de doscientos años les informan que Octavio Acebes, la pitonisa Lola o Alejandro Jodorowski, por citar tres ejemplos a un tiempo parecidos y distantes, cambiaron la historia del mundo. ¿Qué dirían? Durante el siglo XVIII, el aventurero, el philosòphe y el artista se confunden. De entre los más excéntricos, y en cuanto a calidad humana y genuino talento, Joseph Balsamo, llamado conde Cagliostro, ocupa la escala más baja. El siciliano era un vulgar estafador y proxeneta. Cuando Dumas publicó su novela, aún no eran del todo públicas las grandes memorias del siglo ante...

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IMAGÍNENSE QUE dentro de doscientos años les informan que Octavio Acebes, la pitonisa Lola o Alejandro Jodorowski, por citar tres ejemplos a un tiempo parecidos y distantes, cambiaron la historia del mundo. ¿Qué dirían? Durante el siglo XVIII, el aventurero, el philosòphe y el artista se confunden. De entre los más excéntricos, y en cuanto a calidad humana y genuino talento, Joseph Balsamo, llamado conde Cagliostro, ocupa la escala más baja. El siciliano era un vulgar estafador y proxeneta. Cuando Dumas publicó su novela, aún no eran del todo públicas las grandes memorias del siglo anterior. Los escritos de Casanova, del príncipe de Ligne y de algunos cortesanos que tuvieron oportunidad de tratar a los vivales del Siglo de las Luces, sólo eran manuscritos que pasaban de mano en mano. El golpe de fortuna de Cagliostro fue aprovecharse de un personaje, el cardenal de Rohan, sobre cuya naturaleza coinciden todas las versiones: era tonto de remate. Y ese sujeto se vio involucrado por su mera idiotez en el escándalo que acabó con la reputación de María Antonieta, el llamado asunto del collar. A partir de ahí, la imaginación popular inicia su camino. El momento histórico ayudó, y hoy, tal como se ha olvidado a muchos, recordamos a Cagliostro, uno más de los que se aprovecharon del tedio de los poderosos al tiempo que se dejaban explotar por ellos.