Crítica:

El mecenas mexicano

Celebrando el centenario de su donación efectiva, que tuvo lugar en 1905, un año después de morir en París, el Museo del Prado exalta la memoria del vasco-mexicano Ramón Errazu, nacido en San Luis Potosí, México, en 1840, multimillonario por el negocio de las salinas e importante coleccionista de arte español contemporáneo, como se corrobora al analizar su importante legado a la institución, consistente en 25 obras, la mayor parte de las cuales de pintores españoles de la segunda mitad del XIX tan importantes como Mariano Fortuny, Raimundo de Madrazo y Martín Rico. Comisariada por Javier Barón...

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Celebrando el centenario de su donación efectiva, que tuvo lugar en 1905, un año después de morir en París, el Museo del Prado exalta la memoria del vasco-mexicano Ramón Errazu, nacido en San Luis Potosí, México, en 1840, multimillonario por el negocio de las salinas e importante coleccionista de arte español contemporáneo, como se corrobora al analizar su importante legado a la institución, consistente en 25 obras, la mayor parte de las cuales de pintores españoles de la segunda mitad del XIX tan importantes como Mariano Fortuny, Raimundo de Madrazo y Martín Rico. Comisariada por Javier Barón, jefe del Departamento de Pintura del Siglo XIX del Museo del Prado, esta muestra no limita su vuelo al fasto conmemorativo de este generoso mecenas, porque también ha restaurado las obras y, sobre todo, ha completado una investigación, que nos aporta muchos elementos nuevos para aumentar nuestro conocimiento sobre el tema. No es que tampoco en sí mismo esté mal reconocer las huellas de sus legados privados, la única vía para identificar la personalidad histórica de una colección pública, pero la mejor manera de hacerlo es, en efecto, resaltar su valor.

FORTUNY, MADRAZO Y RICO. El legado de Ramón Errazu

Museo del Prado

Paseo del Prado, s/n. Madrid

Hasta el 12 de marzo

En todo caso, destaquemos

que el conjunto está formado por 20 óleos y 5 acuarelas, fechadas entre 1862 y 1895, y entre cuyos autores nos encontramos, además de los tres grandes pintores españoles antes citados, dos figuras estelares francesas del momento, como Paul Baudry (1828-1886) y Jean Louis Meissonier (1815-1895), ambos luego oscurecidos por los entonces preteridos impresionistas.

Como otros potentados latinoamericanos de aquella época, Errazu estableció su residencia en el París finisecular, muy agitado tras la inesperada derrota fulminante sufrida a manos de los prusianos, que terminó con el Segundo Imperio y que, tras el breve episodio revolucionario de la Comuna que sólo se remansó con el establecimiento de la Tercera República, en cuyo transcurso se produjo ese periodo de bonanza conocido como la belle époque.

Desde el punto de vista literario, fue un periodo pródigo en talentos, desde Mallarmé a Proust, pero, desde el artístico o musical no le fue a la zaga, si bien, sobre todo, en las partes de las artes plásticas, los valores sociales entonces establecidos sufrieron un vuelco hasta hacerlos hoy irreconocibles. Lo apuntaba antes en relación a Baudry y Meissonier, triunfadores indiscutibles del momento y luego postergados, pero podría haber dicho lo mismo, por lo menos, de dos españoles, Fortuny y Madrazo, que sufrieron un parejo distinto. Lo cierto es que todos ellos, franceses o españoles, fueron muy apreciados en París, e, incluso, fueron promovidos por los mismos marchantes, como el célebre Goupil.

En realidad, la colección de

Errazu se fraguó en la capital francesa y su patriotismo hispánico sentimental se hizo a favor de la moda. Por otra parte, Errazu no se limitó simplemente a comprar, sino que intimó con los artistas y les hizo encargos muy personalizados, de manera que su colección refleja su microcosmos doméstico. En cualquier caso, los pintores privilegiados por Errazu fueron Fortuny y Madrazo, de los que hay una presencia abundante y muy cualificada en esta exposición. La muerte del superdotado pintor catalán, que desapareció a los 36 años en plena gloria, convirtió a Errazu en su mejor coleccionista privado. Es verdad que, salvo Meissonier, ninguno de los restantes tuvo un talento tan prominente como Fortuny, pero todos por igual reflejan el gusto preciosista de una época.

Por lo demás, como ahora se ha puesto de manifiesto con esta exposición, el interés de lo encargado por Errazu se traslada también a otros ámbitos artísticos no exclusivamente pictóricos, porque el mecenas eligió soportes y marcos suntuosos para sus cuadros, los cuales son asimismo un testimonio muy singular de un estilo de vida desaparecido.

'Viejo desnudo al sol' (1871), de Mariano Fortuny.

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