"Si vas a Vic…"

No hay posibilidad de escapar a la llamada de Vic. Vas o te llevan a la fuerza. Es imposible resistirse a su encanto, fríamente bella, misteriosa y distante, pudorosa hasta el extremo de que se abriga con la niebla los días que no gusta que la vean desnuda. Admirada como señora, ejerce de ama de los pueblos de Osona. Todas las llaves de la comarca están en Vic, punto de encuentro de estudiantes, mercaderes y turistas, ciudad de ocio y negocio, sobre todo de los señores de la carne, por no decir embutidos.

Hay que ir a Vic una vez a la semana, por lo menos. La escuela, la clínica, el mer...

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No hay posibilidad de escapar a la llamada de Vic. Vas o te llevan a la fuerza. Es imposible resistirse a su encanto, fríamente bella, misteriosa y distante, pudorosa hasta el extremo de que se abriga con la niebla los días que no gusta que la vean desnuda. Admirada como señora, ejerce de ama de los pueblos de Osona. Todas las llaves de la comarca están en Vic, punto de encuentro de estudiantes, mercaderes y turistas, ciudad de ocio y negocio, sobre todo de los señores de la carne, por no decir embutidos.

Hay que ir a Vic una vez a la semana, por lo menos. La escuela, la clínica, el mercado, la vida misma vive en Vic. La gente la tiene por tan posesiva que piensa que suya es la fortuna. "Si vas a Vic, tráeme lotería", se canta por la zona.

Hasta tres veces ha tocado el gordo en Vic: en 1972, en 1988 y la tercera ayer mismo, y casi siempre el lotero ha salido del puesto cantando que el premio estaba muy repartido. Las participaciones le pueden a los décimos porque el tejido social y administrativo de la ciudad fomenta el espíritu del juego como complemento a la compra más que de la apuesta. Ayer la suerte tocó en el Bar Ronda, en el Antiguo Hotel Can Pamplona o en el Bar Can Curt, o lo que es lo mismo, a mucha gente que ha pasado por la Clínica de Vic o que va y viene de Barcelona o que es amante de los concursos de pájaros de canto o que se pasea por la calle de Manlleu, sede de la administración de lotería número 3.

El sorteo de 2005 evoca al de 1972, cuando el 42.435 se vendió en un bar, el Mexicà, donde paraba mucha gente y partía mucha más, porque entonces los vendedores corrían por los pueblos y te llevaban el gordo en mano. La única condición para que te tocara era que te encontraras en casa. Aunque ahora hay que pasarse por Vic, recupera la lotería el espíritu popular y ya nadie piensa que el sorteo está trucado.

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