FÚTBOL | 13ª jornada de Liga

Otro técnico en el desierto

El jueves pasado se celebró una reunión de la junta directiva del Madrid. Tratándose del club más presidencialista del planeta, tras el Milan, este tipo de ritos tienen valor relativo. La junta de Florentino Pérez se ha caracterizado por la unanimidad. Nadie replica nada. El jueves tampoco hubo excepciones. Todos sus miembros están convencidos de no dar una castaña por el entrenador, Vanderlei Luxemburgo. Por eso se agigantó la figura del hasta entonces inadvertido Emilio Butragueño. El vicepresidente, que oficia de especialista en fútbol, fue el encargado de hacer el trabajo impopular. Dio la...

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El jueves pasado se celebró una reunión de la junta directiva del Madrid. Tratándose del club más presidencialista del planeta, tras el Milan, este tipo de ritos tienen valor relativo. La junta de Florentino Pérez se ha caracterizado por la unanimidad. Nadie replica nada. El jueves tampoco hubo excepciones. Todos sus miembros están convencidos de no dar una castaña por el entrenador, Vanderlei Luxemburgo. Por eso se agigantó la figura del hasta entonces inadvertido Emilio Butragueño. El vicepresidente, que oficia de especialista en fútbol, fue el encargado de hacer el trabajo impopular. Dio la cara por Luxemburgo con argumentos técnicos. Fue la imagen de una junta en la que nadie más estuvo dispuesto a manifestarse públicamente.

La junta de Pérez no se fía de Luxemburgo desde hace mucho tiempo. En la última Semana Santa, en abril, el club mantuvo contactos con Fabio Capello en Marbella. Fueron reuniones directas en las que el italiano tuvo la sensación de que le ficharían. No fue así. El segundo puesto en la Liga debió de conceder a Luxemburgo unos metros de cuerda. No muchos. Después de la derrota en Lyón (3-0) en la Champions, en la primera semana de septiembre, otra vez Pérez puso en marcha la maquinaria de búsqueda de entrenadores. Corría la segunda jornada de Liga y Luxemburgo volvía a quedarse solo. Como Del Bosque, Queiroz, Camacho y García Remón. En el desierto.

Ayer, el brasileño dio síntomas de preocupación. "¡Que vengan a por mí!", desafió. También anunció una campaña de la prensa por derribarle. Se cuidó mucho, eso sí, de señalar a su palco. Su situación es difícil. En su favor opera el hecho de que la junta de Pérez no cree en los entrenadores. Ni en él ni en ningún otro. Esto le da tiempo. En su perjuicio puede añadirse que Roberto Carlos, su mayor pretoriano entre los jugadores, sigue en su línea de claudicación. Presa de una tendencia natural a desertar en situaciones de crisis, el futbolista declaró ayer en Telemadrid que ya no aguanta la presión: "Estoy cansado. Me quiero volver a Brasil".

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