Crítica:

Conceptos confusos

Cuando ahora se proponen cientos de funciones para los museos, se suele olvidar que éstos han sido y deben seguir siendo herramientas fundamentales para desvelar la historia. Pero, para montar exposiciones que ayuden a construir esa historia hay que estudiar, analizar y catalogar no sólo las obras que se exhiben sino los temas, el periodo y el contexto al que pertenecen. Esto es lo que se podría esperar, al menos, en un museo nacional, y esto es lo que esperábamos de los "sucesos artísticos" de un periplo tan interesante como oscuro del arte español, cual es el llamado "conceptual".

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Cuando ahora se proponen cientos de funciones para los museos, se suele olvidar que éstos han sido y deben seguir siendo herramientas fundamentales para desvelar la historia. Pero, para montar exposiciones que ayuden a construir esa historia hay que estudiar, analizar y catalogar no sólo las obras que se exhiben sino los temas, el periodo y el contexto al que pertenecen. Esto es lo que se podría esperar, al menos, en un museo nacional, y esto es lo que esperábamos de los "sucesos artísticos" de un periplo tan interesante como oscuro del arte español, cual es el llamado "conceptual".

Durante los años sesenta y setenta, algunos grupos de artistas, en Barcelona y Madrid, realizaron un arte "experimental" y comprometido que, de manera marginal y subterránea, en plena represión franquista, trabajaron con formatos, materiales, temas, poéticas y contenidos que se alejaban premeditadamente de los géneros al uso: la pintura y la escultura. Producían obras y acciones que, coincidiendo o parafraseando a las que se realizaban en otros países, se alejaban de la materialidad y de la objetualidad para primar en ellas los procesos o el carácter lingüístico. Para un país atrasado y alejado de las fuentes de producción y de información de estos comportamientos artísticos, aquellos grupos fueron un acontecimiento importante que no ha sido todavía ni bien estudiado ni justamente valorado. Para ello, era necesario hacer un esfuerzo por analizar críticamente las diferentes aportaciones separando el grano de la paja que, por motivos tribales o sentimentales, permanece aún confuso.

EL ARTE SUCEDE. ORIGEN DE LAS PRÁCTICAS CONCEPTUALES EN ESPAÑA, 1965-1980

Museo Nacional Centro

de Arte Reina Sofía

Santa Isabel, 52. Madrid

Hasta el 9 de enero de 2006

La exposición El arte sucede. Origen de las prácticas conceptuales en España, 1965-1980 desgraciadamente no ayuda a aclarar en qué consistió el conceptualismo en España ya que muchas de las obras seleccionadas, aunque de la época, son intuitivas o circunstanciales y carecen de "dimensión intelectual", es decir, de argumentación conceptual o de articulación lingüística, ya que la mera transgresión de los géneros tradicionales no es suficiente para calificarlas de "conceptuales". Se han juntado aquí artistas auténticamente conceptuales, pero que están representados con obras que no lo son o que son escasamente representativas de su producción, con artistas clara y decididamente objetuales, con "imagineros" de la diapositiva, accionistas sin reflexión y artistas de lo pobre, cuando no de lo "cutre", lo que enturbia el conocimiento del movimiento conceptual, el valor de sus obras y las condiciones de contexto estético, político y social, es decir, se ha negado la explicación historiográfica del fenómeno.

Así, de la artista que con mayor razón puede reclamar el calificativo de conceptual, Elena Asíns, se muestran unos dibujos muy poco representativos de su especulación numérico-musical. Los "poemas" de Francesc Torres son, sin duda, conceptuales pero no responden al compromiso social y político que caracterizó su obra ni la de sus compañeros del Grup de Treball. A pesar de que se exhiben algunos libros, la obra más inconfundiblemente conceptual que se ha realizado en España, El libro de la i, de José Luis Castillejo, ni aparece en la exposición ni se da noticia de él, lo mismo que sucede con los primeros trabajos de Alberto Corazón. Por el contrario, se repiten los mismos nombres de artistas estériles o de epígonos de Joan Brossa, sin que tampoco se muestre alguna obra "conceptual" del maestro. Por último, las obras se muestran revueltas, sin explicaciones ni aclaraciones, en una especie de rastrillo en el que unas piezas se interfieren visualmente con otras, ayudando así a la ceremonia de la confusión.

'Sin título' (1977), de Esther Ferrer.

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