Perfil | Jordi Mercader

Un marino en la Torre Agbar

Jordi Mercader, a quien Ricard Fornesa cederá en enero la presidencia de Aguas de Barcelona (Agbar) después de 26 años, siempre quiso ser marino de guerra. Amigo de almirantes y con bagaje propio en las milicias navales, uno de sus mayores orgullos, como presidente de la Empresa Nacional Bazan, fue la entrega a la armada del Príncipe de Asturias, en 1988. Sea o no por estas empatías, es un devoto de la disciplina y el orden, en casa y en la empresa. Figura pública discreta, en el mundo empresarial catalán se le define como un gran gestor de largo plazo, de los que echan mano de la prude...

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Jordi Mercader, a quien Ricard Fornesa cederá en enero la presidencia de Aguas de Barcelona (Agbar) después de 26 años, siempre quiso ser marino de guerra. Amigo de almirantes y con bagaje propio en las milicias navales, uno de sus mayores orgullos, como presidente de la Empresa Nacional Bazan, fue la entrega a la armada del Príncipe de Asturias, en 1988. Sea o no por estas empatías, es un devoto de la disciplina y el orden, en casa y en la empresa. Figura pública discreta, en el mundo empresarial catalán se le define como un gran gestor de largo plazo, de los que echan mano de la prudencia a la hora de rumiar giros estratégicos y de los que atemperan los bríos que suelen soltarse en los grandes golpes empresariales. Mercader ocupa desde hace dos años, ya en la era Fornesa, una de las tres vicepresidencias de La Caixa, en cuyo consejo ingresó por el Ayuntamiento de Barcelona en 1999.

Sus amistades y, sobre todo, su paso por el antiguo Instituto Nacional de Industria (INI) en tiempos de Felipe González, han escorado su perfil público hacia los socialistas. Pero uno de sus amigos precisa que sus ideas políticas presentan muchos matices, y dice que Mercader, cuyo paso por Banca Catalana enfrió su relación con el establishment de CiU que gobernó Cataluña 23 años, "es más un humanista social que un socialista convencional".

Durante los dos años y dos meses en que presidió un INI que venía marcado por varias etapas de saneamiento, Mercader consolidó los beneficios y orientó el organismo público hacia la búsqueda de la rentabilidad, la introducción de criterios de gestión propios de la empresa privada, atendiendo al rigor empresarial y buscando pactar siempre los costes sociales de cualquier reconversión. En todo caso, el ingeniero industrial nunca tuvo vocación de profesionalizar su paso por el sector público ni de hacer de él una palanca política.

A Mercader -nacido en Portbou, Girona, en 1943, y crecido en Figueres- lo que le gusta son las tripas de la industria, desde que aterrizara en ella, de la mano de José María Porcioles, en Inpacsa, donde pronto despuntó. En el sector privado (Inpacsa, Grupo Iberlad en el sector lácteo o, actualmente, la papelera Miquel & Costas, de la que es accionista), aplicó las mismas recetas y levantó las empresas, a las que siempre acudió como apagafuegos. Mercader se sienta hoy en los consejos de Repsol e Inmobiliaria Colonial. Sus demostraciones de la microperforación del papel de fumar en las presentaciones anuales de resultados de Miquel & Costas son ya todo un clásico. Un clásico que, en enero, ascenderá a la cúspide de la Torre Agbar.

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