Columna

Guerra

Puede que los historiadores del siglo XXIII se refieran a nuestra época como el siglo de las Guerras Terroristas. Porque se trata de un nuevo tipo de conflicto bélico, pero sin duda estamos en guerra. En la guerra de la civilización contra la barbarie. Y no hablo de nuestra civilización, sino de la civilización, es decir, del civismo contra la brutalidad, de un modelo democrático que distribuye el poder e intenta desarrollar los derechos humanos y la tolerancia, contra la tiranía, la arbitrariedad y el fanatismo. Es cierto que, en el momento actual, en Occidente hemos avanzado má...

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Puede que los historiadores del siglo XXIII se refieran a nuestra época como el siglo de las Guerras Terroristas. Porque se trata de un nuevo tipo de conflicto bélico, pero sin duda estamos en guerra. En la guerra de la civilización contra la barbarie. Y no hablo de nuestra civilización, sino de la civilización, es decir, del civismo contra la brutalidad, de un modelo democrático que distribuye el poder e intenta desarrollar los derechos humanos y la tolerancia, contra la tiranía, la arbitrariedad y el fanatismo. Es cierto que, en el momento actual, en Occidente hemos avanzado más en este modelo, pero no es patrimonio nuestro, sino de todos. Somos lo que hoy somos, entre otras cosas, también gracias al aporte histórico de Oriente; y las primeras víctimas del fundamentalismo islámico son los árabes demócratas. Recordemos que el terrorismo integrista actual comenzó con los Hermanos Musulmanes en los años veinte, como respuesta retrógrada ante la modernización de Egipto. Blair tiene razón: ni las bombas de Londres ni las del 11-M están causadas por la guerra de Irak, por más que ésta haya sido nefasta y haya contribuido a empeorar la situación. Que empezó, no lo olvidemos, con la carnicería de las Torres Gemelas. Conviene tener claro todo esto para saber dónde estamos metidos, qué se dirime en esta lucha y qué valores hay que defender. La democracia es un sistema aparentemente muy débil, porque obliga al consenso social y a respetar los derechos individuales, y porque la transparencia informativa hace que sus muchas miserias resulten evidentes. Por eso a veces los demócratas no sabemos valorar lo que tenemos, este acuerdo de mínimos que tanto dolor y tanto esfuerzo ha costado al ser humano, este pequeño tesoro que es todo lo que somos y que ahora está en peligro. Y no sólo por el riesgo de que nos maten, sino, sobre todo, porque el miedo nos puede llevar a traicionar nuestros principios, como sucedió en la guerra de Irak. Sin embargo, la historia demuestra que, pese a su supuesta debilidad, el sistema democrático ha ido triunfando y se ha ido extendiendo sobre la Tierra. Nuestra fuerza reside en la legalidad y en el sueño tenaz de ser mejores. Y sólo si tenemos claro lo que somos podremos y sabremos defenderlo.

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