Aclaración
El 13 de junio pasado se publicó en la sección de Deportes un artículo titulado Los buscavidas del tablero, en el que aparece una referencia a mi persona, motivo fundamental de esta carta.
El escrito ofrece una visión muy negativa del ajedrez, en particular de sus competiciones y de algunos jugadores. Destaca las vivencias de una minoría que, por infortunios o por desaventuras, acude a los encuentros deportivos en busca de una oportunidad de supervivencia. La situación económicamente desfavorable de zonas de Suramérica y del Este de Europa, y la amplia oferta de torneos de ajedre...
El 13 de junio pasado se publicó en la sección de Deportes un artículo titulado Los buscavidas del tablero, en el que aparece una referencia a mi persona, motivo fundamental de esta carta.
El escrito ofrece una visión muy negativa del ajedrez, en particular de sus competiciones y de algunos jugadores. Destaca las vivencias de una minoría que, por infortunios o por desaventuras, acude a los encuentros deportivos en busca de una oportunidad de supervivencia. La situación económicamente desfavorable de zonas de Suramérica y del Este de Europa, y la amplia oferta de torneos de ajedrez que hay en España son dos factores que han atraído a nuestro país un importante número de buenos ajedrecistas -alguno de ellos en situación de ilegalidad- en busca de un modo de vida.
En el artículo subyace que pertenezco a la minoría de los buscavidas y que he estado en situación de ilegalidad en España. Nada de esto es cierto. Además se me asigna una escasa calidad humana al decir que hace tres meses denuncié a los ilegales por ínfimas cantidades de dinero, de 30 a 90 euros, cuando nunca he denunciado a nadie. Yo soy un hispano-argentino que vive en Alicante desde hace 15 años, soy maestro internacional y me dedico a la enseñanza del ajedrez trabajando con ayuntamientos, colegios y relevantes empresas e instituciones alicantinas. En los dos últimos años he organizado un gran circuito de ajedrez para escolares que ha contado con más de mil niños.
Sólo me queda recalcar el daño que me ha producido, y me sigue produciendo, el citado artículo, en sí mismo y por sus repercusiones.