Poveda y Pagés regalan su arte a Álvarez Caballero
El crítico de flamenco de EL PAÍS desde hace 25 años Ángel Álvarez Caballero (Valladolid, 1928) recibió ayer el homenaje del mundo del flamenco con un concierto extraordinario en el teatro Albéniz de Madrid. Causó baja por motivos profesionales Gerardo Núñez y todo el peso de la noche cayó en el cantaor Miguel Poveda y en la bailaora y coreógrafa María Pagés. Los dos actuaron desinteresadamente y regalaron su arte al flamencólogo y periodista (que estuvo acompañado por su inseparable mujer, Pilar), quien al final subió al escenario para agradecer con su sobriedad habitual el regalo.
Pov...
El crítico de flamenco de EL PAÍS desde hace 25 años Ángel Álvarez Caballero (Valladolid, 1928) recibió ayer el homenaje del mundo del flamenco con un concierto extraordinario en el teatro Albéniz de Madrid. Causó baja por motivos profesionales Gerardo Núñez y todo el peso de la noche cayó en el cantaor Miguel Poveda y en la bailaora y coreógrafa María Pagés. Los dos actuaron desinteresadamente y regalaron su arte al flamencólogo y periodista (que estuvo acompañado por su inseparable mujer, Pilar), quien al final subió al escenario para agradecer con su sobriedad habitual el regalo.
Poveda cantó una antología entera y lo hizo de forma antológica: templado, entregado y perfectamente compenetrado con la guitarra de Chicuelo, dedicó su exhibición al crítico que, dijo, "ha sabido esperarme". Álvarez Caballero formó parte del jurado que declaró en 1993 a Poveda ganador del concurso del Festival de las Minas de La Unión y ayer se lo pudo agradecer cantando la misma minera que aquel día de hace 12 años. Pletórico de facultades y de sensibilidad, estuvo igual de brillante en las siguiriyas, las alegrías y las coplas finales por Quintero, León y Quiroga.
En la segunda parte, María Pagés dejó pinceladas de sus mejores bailes y de sus brillantes coreografías de grupo y también acabó poniendo al público en pie. El teatro estuvo casi lleno y los amigos de Caballero, entre ellos Félix Grande, que presentó el homenaje, disfrutaron con una de las pocas noches flamencas en las que el crítico pudo dedicarse sólo a gozar.