Crítica:TEATRO

El diablo en los genes

Dentro de cada novela hay una obra de teatro en potencia. La narrativa y la literatura dramática provienen del tronco común de la tradición oral. Cuando un griot bassa de Camerún, siente que su relato requiere más atención o que su auditorio no está lo bastante atento, grita: "Anguinguilayé", y su público se convierte en coro al responder, con entusiasmo idéntico: "¡Yessé! ¡Yessé!". Esta tradición viva nos transporta al momento germinal del teatro, al nacimiento del diálogo entre actor y coro. Cuando un griot ancestral decidió dejar por escrito las historias que sabía desde siemp...

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Dentro de cada novela hay una obra de teatro en potencia. La narrativa y la literatura dramática provienen del tronco común de la tradición oral. Cuando un griot bassa de Camerún, siente que su relato requiere más atención o que su auditorio no está lo bastante atento, grita: "Anguinguilayé", y su público se convierte en coro al responder, con entusiasmo idéntico: "¡Yessé! ¡Yessé!". Esta tradición viva nos transporta al momento germinal del teatro, al nacimiento del diálogo entre actor y coro. Cuando un griot ancestral decidió dejar por escrito las historias que sabía desde siempre, y las de su invención, comenzó la historia de la narrativa. El hombre sin atributos, Los hermanos Karamazov, Los sonámbulos... A Krystian Lupa (Jastrzebie Zdroj, 1943) le fascina devolver a la novela su primitivo corazón teatral. Comenzó como asistente de Konrad Swinarski, director convencido de que el teatro es una vía de conocimiento: Grotowski, Kantor y él son los faros que puntuaron la dirección escénica polaca durante el siglo XX. En 1985, después de montar piezas de Wyspianski, Gombrowicz, Mrozek, Andreev..., Lupa ensayó, sucesivamente, la transubstanciación de varias novelas de Robert Musil. No importa lo que durasen. El hombre sin atributos, doce horas. Continuó el proceso con Hermann Broch y con Dostoievski. "Los hermanos Karamazov es la novela en donde se reflejan con mayor nitidez las dudas religiosas y las contradicciones de su autor", declaraba Lupa al hilo de la reposición de su montaje en el Odéon de París, cinco años ha. El estreno fue en Cracovia, en 1990, con alumnos de la Escuela de Arte Dramático.

Como sucede con el Quijote,

las adaptaciones de las novelas principales del autor ruso se han multiplicado desde su publicación. Cuando la princesa Obolewski le pidió permiso para cortar y pegar, en 1872, Dostoievski se lo dio, y añadió: "Estas tentativas están, por lo general, condenadas al fracaso, o, como mucho, a un éxito parcial (...) No compondrá usted una obra teatral con garantías de éxito si no modifica la novela cuanto sea posible: conserve sólo uno de los episodios". Otra solución propuesta a la princesa fue que tomara prestada "la línea principal de pensamiento" y modificara con libertad el asunto. Las adaptaciones de Los hermanos Karamazov se sucedieron. Némirovitch-Dantchenko centró la suya en Dmitri, el hijo mayor, y acuñó su éxito más neto en el Teatro de Arte de Moscú. Jacques Copeau escogió como eje a Iván, personaje interpretado treinta años después por Albert Camus. Otro montaje de referencia es el de Iuri Liubimov, con la Taganka, en Moscú. El de Lupa hubiera sido imposible sin una compañía estable: el Stary Teatr, de Cracovia, pasa por ser una de las más compactas de Europa. En Madrid no se olvida su Crimen y castigo, dirigido por Andrej Wajda e interpretado con pasión fría por Jerzy Radziwilowicz (Rascolnikov) en el interior de una habitación minúscula, hiperrealista, colocada entre los espectadores de la Sala del Mirador.

La mirada de Krystian Lupa es tan cinematográfica como la de Wajda, y su construcción de las escenas no menos minuciosa. Hace tres años presentó en Barcelona Extinción, espectáculo de siete horas a partir de la novela última de Thomas Bernhard. La segunda tarde, el Lliure estaba casi vacío. En la cuarta, se había corrido la voz, y medio llenaba. Pocas veces he visto un escenario tan bien empleado: Lupa alterna primeros planos (durante escenas íntimas, como la de la cocina entre Franz Josef Murau y la criada) y panorámicas (Murau en medio del salón inmenso de la casa familiar vacía, metáfora de una Europa sin alma). Prodigiosos, la composición, el espacio sonoro (¡esos espacios sonoros del teatro del Este!) y el trabajo de conjunto de los veinticuatro actores del Teatr Dramaticzny, de Varsovia. Los hermanos Karamazov llega al mismo teatro el 30 de junio, gracias al festival Grec (que ahora se llama BCN Festival), con unas críticas abrumadoras. Jan Frycz (Iván Karamazov), eje de un reparto coral, tiene su escena cimera frente al diablo: traza, en vano, una línea de tiza entre ambos. El día del estreno y el 3 de julio, la obra se ofrece íntegra, con cena incluida en el precio. El 1 de julio se representa sólo la parte primera, y el 2, la segunda.

Una escena de la representación de 'Los hermanos Karamazov'.

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