Columna

Fraga 2009

En el año 2009 se convocaron elecciones en Galicia. Habían transcurrido cuatro años desde hoy, pero es que el tiempo también puede fluir hacia el pasado, como enseña Stephen Hawking. Fueron cuatro años de un gobierno de coalición entre socialistas y nacionalistas formado a partir de las elecciones del casi remoto junio de 2005. Este gabinete supuso un gran alivio para Galicia, como todo gobierno democrático lo supone cuando desaloja a quien lleva casi un cuarto de siglo en el poder: esa anormalidad tan normal en las comunidades autónomas de España, donde líderes de un color y del contrario se ...

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En el año 2009 se convocaron elecciones en Galicia. Habían transcurrido cuatro años desde hoy, pero es que el tiempo también puede fluir hacia el pasado, como enseña Stephen Hawking. Fueron cuatro años de un gobierno de coalición entre socialistas y nacionalistas formado a partir de las elecciones del casi remoto junio de 2005. Este gabinete supuso un gran alivio para Galicia, como todo gobierno democrático lo supone cuando desaloja a quien lleva casi un cuarto de siglo en el poder: esa anormalidad tan normal en las comunidades autónomas de España, donde líderes de un color y del contrario se perpetúan en las presidencias, amparados en la costumbre, en el tedio y en la vitalidad de unas redes clientelares que hoy por hoy se antojan invencibles.

Fueron cuatro años modernos y laboriosos bajo la presidencia de Pérez Touriño, aunque ilustrados de muchos rifirrafes con sus aliados del Bloque, políticos que no tardaron en trocar su cautela preelectoral en un carrusel de reclamaciones identitarias. Estas reclamaciones, por cierto, acabarían provocando una seria crisis interna entre los galleguistas que optaban por la independencia, y aquellos otros, más moderados, que buscaban una unión libre con Portugal y una muy tenue unión semilibre con España. Tales litigios molestaron mucho a los socialistas galaicos, gente más moderada, y acabarían propiciando unas elecciones autonómicas muy abiertas en la primavera de 2009.

Y ahí vino el nuevo resurgir de Manuel Fraga, que volvió a ser el candidato ideal de su partido, pues la derecha seguía sin encontrar otro mejor. Manuel Fraga, que se alzó sobre los escombros de los que fueron sus delfines y que dirigió su primer mitin anciano en la exótica plaza de toros de Pontevedra, recordando que si el canciller Adenauer había regido la Alemania postbélica con casi noventa años, ¿cómo no iba él a hacer lo mismo en la hermosa Galicia de la moda y de la niebla? Las encuestas más favorables sugerían su victoria en las urnas. Pero para entonces, Fraga ya pensaba en los comicios del 2013.

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