Muy grande

"Escucho la voz de Maria Bethânia y me conmuevo", confiesa la escritora Nélida Piñón, y "todo es combustión en esta extraordinaria cantante", escribió Vinicius de Moraes. Bethânia apareció para cantar la dramática Modinha, de Jobim y del poeta. Lucía larga cabellera grisácea, vestida toda de blanco -más tarde salió de verde y azul-, y siempre descalza.

Dos podios le permitieron sentarse -el de la izquierda a ojos del público- o elevarse medio metro -el de la derecha-. Vinicius, Chico Buarque y Caetano Veloso, el hermano mayor que le confió su primera canción, fueron los tres vért...

"Escucho la voz de Maria Bethânia y me conmuevo", confiesa la escritora Nélida Piñón, y "todo es combustión en esta extraordinaria cantante", escribió Vinicius de Moraes. Bethânia apareció para cantar la dramática Modinha, de Jobim y del poeta. Lucía larga cabellera grisácea, vestida toda de blanco -más tarde salió de verde y azul-, y siempre descalza.

Dos podios le permitieron sentarse -el de la izquierda a ojos del público- o elevarse medio metro -el de la derecha-. Vinicius, Chico Buarque y Caetano Veloso, el hermano mayor que le confió su primera canción, fueron los tres vértices del espectáculo. Bethânia, lo ha confesado, no sabe vivir sin ellos.

Cincuenta canciones. Algunas, apenas esbozos, en popurrís que le dan a su actuación un dinamismo vertiginoso. Leyó el Soneto de separación ("de repente de la risa se hizo el llanto...") antes de un Bom dia, tristeza nocturno hilado con su espléndida interpretación de A felicidade. Dice con el cuerpo: gestualidad fascinante. La cantante más carismática y querida de Brasil, hija de doña Canô, lleva 40 años descubriendo los misterios y placeres de la escena. Como sugiere el verso de Guimaraes Rosa, que ella lee en un disco, "la felicidad se encuentra en horitas de descuido".