Festimad cierra con la música de Prodigy y graves incidentes en el interior del recinto

La interrupción de las actuaciones durante cinco horas degeneró en vandalismo

Prodigy, el grupo cabeza de cartel de Festimad, salió al escenario pasadas las seis de la mañana del domingo. Mientras buena parte del público asistía al concierto, otros espectadores se dedicaban a quemar uno de los chiringuitos, destrozado horas antes. Para entonces ya habían sido asaltadas las barras y quemado uno de los coches. Fue el triste final de un Festimad que estrenaba ubicación en el parque de la Cantueña de la localidad de Fuenlabrada. Los problemas comenzaron cuando un golpe de viento obligó a suspender las actuaciones ante el peligro de que las estructuras de los escenarios hubi...

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Prodigy, el grupo cabeza de cartel de Festimad, salió al escenario pasadas las seis de la mañana del domingo. Mientras buena parte del público asistía al concierto, otros espectadores se dedicaban a quemar uno de los chiringuitos, destrozado horas antes. Para entonces ya habían sido asaltadas las barras y quemado uno de los coches. Fue el triste final de un Festimad que estrenaba ubicación en el parque de la Cantueña de la localidad de Fuenlabrada. Los problemas comenzaron cuando un golpe de viento obligó a suspender las actuaciones ante el peligro de que las estructuras de los escenarios hubieran resultado dañadas. Pasaron casi cinco horas hasta que se reanudaron las actuaciones.

Las cabinas de venta de tiques de bebidas fueron las primeras en ser asaltadas
En plena 'guerra', Incubus reanudó la actividad musical, lo que redujo la violencia

Todas las barras de bebida asaltadas, un coche de uno de los patrocinadores del festival arrojado al suelo desde sus correspondiente peana y quemado, la carpa de una conocida marca de cervezas completamente destruida y la actuación de los bomberos a las cinco de la madrugada. Así acabó Festimad 2005. Pero la noche fue muy larga.

Pasaban las 21.30, cuando los organizadores del festival realizaban la rueda de prensa del balance final de la edición de este año, en la que se resaltó que todo había transcurrido con normalidad, aunque con los consabidos errores a causa del ajuste al nuevo recinto. El público había pagado entre 62 y 90 euros por los bonos que permitían la estancia durante los dos días del festival. Hubo muchas quejas por la superpoblación en el cámping, la escasez de duchas y la dificultad de conseguir agua en la zona de conciertos, pero los asistentes cifraban en 25.000 personas los asistentes.

Seguramente no había acabado el balance, cuando uno de los dos escenarios de la zona de conciertos, el situado en la explanada central a la izquierda de los espectadores, se vio afectado por un fuerte golpe de viento -de más de 70 kilómetros por hora, según aclaró la organización- lo que provocó que la lona que lo cubría se hinchara como la vela de un barco y amenazase con arrancar la estructura metálica de los escenarios. El grupo Fu Manchú, que estaba tocando en ese momento, hubo de interrumpir definitivamente su actuación, mientras organizadores y técnicos evaluaban los daños en la estructura de los escenarios.

El tiempo pasaba y el numeroso público empezó a ponerse nervioso ante la perspectiva de la suspensión de las actuaciones de los tres cabezas de cartel de esa jornada: Incubus, System of a Down y The Prodigy. Ante los primeros gritos y silbidos y en previsión de que la cosa pudiera ir a mayores, un miembro de la organización salió al escenario, una hora después, para explicar la situación a los asistentes. El ambiente entre los espectadores continuó enrareciéndose y comenzaron los lanzamientos de piedras al escenario. A las 23.30, otro miembro de la organización salió a explicar que el problema estaba en vías de arreglarse, que se estaba negociando con los tres grupos la posibilidad de que actuaran todos en el mismo escenario, con el correspondiente cambio de equipos -trabajo hercúleo que los técnicos realizaban a marchas forzadas- y que tirar piedras sólo dificultaría más el hecho de que los grupos actuasen. La situación pareció calmarse de nuevo. Pero las ráfagas de viento hacían muy peligroso, el hecho de desmontar la lona del escenario dañado, situación que no se explicó suficientemente al público.

A eso de la 1.30, el público parecía poco dispuesto a aguantar mucho más y comenzaron los incidentes. Al principio fueron las cabinas de venta de tiques de bebidas las que sufrieron la ira del respetable, siendo convenientemente volcadas entre el jolgorio generalizado y utilizadas para encaramarse a ellas. Acto seguido, la enorme carpa de Heineken pagó el pato y, mientras sus ocupantes iniciaban carreras de pánico, algunos energúmenos destrozaron todo lo que contenían, máquinas incluidas. Después fueron las barras de bebida las que, tras salir de ellas los camareros, fueron objeto de la violencia de los vándalos. Varias de ellas fueron completamente saqueadas.

En ese instante la multitud puso sus ojos en la grada en la que se encontraban los invitados, en una zona colindante. Los vasos, botellas de agua e, incluso, piedras volaron en esa dirección. Tras la correspondiente huida de las gradas, se oyeron gritos: "¡El coche, el coche...!", señalando a uno de los utilitarios proporcionado por la marca de vehículos que aportó las furgonetas que llevaban y traían a artistas y periodistas al edificio de producción, situado a unos setecientos metros. Dicho y hecho, una recua de espectadores desaforados tardaron apenas unos minutos en arrojarlo al suelo. Mientras, algunos se dedicaron a pintarlo con spray, otros, incluso, amenazaban con prenderle fuego y, aunque en ese momento no llegó la sangre al río, si fue quemado después. Al tiempo que esto ocurría, otros espectadores arrojaban piedras contra el escenario y el backstage, mientras los servicios de seguridad trataban de contener las avalanchas. La rabia contra la zona de invitados continuó con su invasión y posterior saqueo de la barra que estaba al lado. Esto último se realizó con la insólita complicidad de varios invitados con acreditación -muchos de ellos de prensa, que contribuyeron al pillaje llevándose botellas, hielos y vasos-.

En plena guerra, los norteamericanos Incubus -chapeau a su valentía y profesionalidad- reanudaron la actividad musical lo que redujo sensiblemente la violencia. Es más, durante esa actuación, la primera tras el paréntesis de cinco horas, no hubo incidentes. Tras el parón obligado para cambiar el escenario, salieron System of a Down, quienes ofrecieron otro potente concierto de más de una hora que pareció calmar definitivamente los ánimos. Pero, casi a las seis de la mañana y cuando el grupo de música electrónica The Prodigy arrancaba los primeros compases de su música, la lona de uno de los puestos destrozados en tan beligerante noche fue incendiada por otro grupo de espectadores, provocando la aparición de los bomberos.

Un jovenn muestra un barril de cerveza en uno de los momentos en que se produjeron incidentes en Festimad.EFE
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