Crítica:

Clasicismo 'pop'

Una sorpresa asalta a los visitantes que se acercan al Museo Es Baluard a contemplar la muestra de Gundmundur Gudmundsson, artísticamente conocido como Erró (Islandia, 1932): sus obras ocupan lo que hasta ahora eran las salas principales de la colección permanente. Una decisión que resulta muy beneficiosa para el visitante porque permite una visita más coherente a quienes, ya conociendo la colección del museo, sólo pretenden apreciar la exposición temporal.

Sin embargo, cambios de este calado nos hablan de algo más: de las vacilaciones con las que, hace año y medio, nació este centro a...

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Una sorpresa asalta a los visitantes que se acercan al Museo Es Baluard a contemplar la muestra de Gundmundur Gudmundsson, artísticamente conocido como Erró (Islandia, 1932): sus obras ocupan lo que hasta ahora eran las salas principales de la colección permanente. Una decisión que resulta muy beneficiosa para el visitante porque permite una visita más coherente a quienes, ya conociendo la colección del museo, sólo pretenden apreciar la exposición temporal.

Sin embargo, cambios de este calado nos hablan de algo más: de las vacilaciones con las que, hace año y medio, nació este centro artístico, de sus errores de partida y de la necesidad, impulsada por su nueva responsable Marie-Claire Uberquoi, de enderezar el errático rumbo inicial. La línea expositiva reciente, más algunas decisiones de gestión de los últimos meses, indican que, lentamente, se va logrando. La programación de una exposición como la de Erró lo corrobora.

ERRÓ. RETROSPECTIVA 1958-2004

Museo Es Baluard

Plaza de la Porta de Santa Catalina, s/n

Palma de Mallorca

Hasta el 3 de julio

La coartada para su elección ha sido su estancia habitual en Formentera, donde tiene una de sus residencias. Los méritos de su ingente producción vienen subrayados por la presencia de telas suyas en el MOMA neoyorquino, el Georges Pompidou de París o el Moderna Museet de Estocolmo, entre otros.

Erró reinterpreta a sus maestros con la libertad de un gran dominador de la composición, el color y el dibujo. Recorremos sus obras y ante nuestra mirada desfilan desde Vermeer hasta Picasso, de Ghirlandaio a Léger, salpicados todos por una amable ironía: la que produce revisitarlos y entreverarlos con los lenguajes contemporáneos del arte pop, la publicidad, el cómic y la televisión.

El resultado de esta sim-

biosis de clasicismo y contemporaneidad es, por momentos, delicioso. Más sólido en los óleos, en especial en sus series sobre Mao, el erotismo y las guerras (incluyendo una importante presencia crítica de la de Irak) y más anecdótico en los collages. Salvo una pieza de la colección Serra, la retrospectiva que se exhibe en Palma, la primera en España, procede del Museo de Arte Municipal de Reikiavik, donde el artista tiene espacio propio permanente.

Alguien ha definido su trabajo como un pop barroco y va a ser difícil mejorar esta síntesis. Hay tanta metapintura y tanta reflexión sobre la historia del arte en sus óleos (51 en esta muestra, más 15 collages) que no se la puede despachar como la de un insustancial artista pop al uso.

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