Orensanz y los nacional-bolcheviques

No se imaginaba el escultor español Ángel Orensanz cuando desplegó sus instalaciones en el césped frente a la entrada oeste del hotel Rossía, que da al Kremlin, que se iba a ver en el centro de un escándalo político. En lo alto del hotel -modelo del estilo arquitectónico soviético de los años sesenta que pronto será demolido- se abrió una ventana y un chico y una chica, colgando como alpinistas, desplegaron una gran pancarta que decía: "Putin, vete", encendieron unas antorchas y comenzaron a lanzar octavillas al tiempo que gritaban: "¡Putin, húndete como el Kursk!". Como r...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

No se imaginaba el escultor español Ángel Orensanz cuando desplegó sus instalaciones en el césped frente a la entrada oeste del hotel Rossía, que da al Kremlin, que se iba a ver en el centro de un escándalo político. En lo alto del hotel -modelo del estilo arquitectónico soviético de los años sesenta que pronto será demolido- se abrió una ventana y un chico y una chica, colgando como alpinistas, desplegaron una gran pancarta que decía: "Putin, vete", encendieron unas antorchas y comenzaron a lanzar octavillas al tiempo que gritaban: "¡Putin, húndete como el Kursk!". Como resultado, la atención de los fotógrafos se centró en los jóvenes extremistas del partido Nacional-Bolchevique. Pero al mismo tiempo, muchos moscovitas que normalmente no leen las páginas culturales pero sí las políticas se enteraron de la exposición de Orensanz en el Museo Alexandr Pushkin, en la céntrica calle Novi Arbat. Por cierto, Orensanz recibió el premio de Arte y Cultura Alexandr Pushkin el día en que se inauguró la muestra, en la que se pueden ver instalaciones, grabados y vídeos. Entre los vídeos hay varios filmados en la sede de la fundación -una antigua sinagoga que el escultor tiene en Nueva York-, en los que los espectadores pueden admirar cómo Orensanz juega con las insinuantes telas de diversa textura; en estos juegos las llamas siempre están presentes. El fuego -símbolo destructor y purificador- fascina al escultor, porque "altera las cosas". Y para él el arte es precisamente "la alteración de la realidad". Después de Moscú la muestra será exhibida en el Museo Ruso de San Petersburgo.-

Archivado En