Reportaje:FÚTBOL | 36ª jornada de Liga

Máxima prudencia

Frank Rijkaard, el técnico del líder, rehúye hablar del título, de celebraciones y de récords

Hasta ahora, el concepto de la flema se había asociado siempre a los británicos, ese pueblo que tiene la fama, tantas veces desmentida, de saber guardar la compostura en cualquier situación. Frank Rijkaard, holandés de nacimiento y nunca pasado por el tamiz inglés, parece, sin embargo, empeñado en trasladar esa flema británica a un Camp Nou que va a contracorriente. No cuenta el técnico del Barça con casi ningún elemento a su alrededor que le permita contener la euforia de celebrar, seis años después, desde junio del 99, un título del que sólo le separan tres puntos, con tres jornadas por disp...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Hasta ahora, el concepto de la flema se había asociado siempre a los británicos, ese pueblo que tiene la fama, tantas veces desmentida, de saber guardar la compostura en cualquier situación. Frank Rijkaard, holandés de nacimiento y nunca pasado por el tamiz inglés, parece, sin embargo, empeñado en trasladar esa flema británica a un Camp Nou que va a contracorriente. No cuenta el técnico del Barça con casi ningún elemento a su alrededor que le permita contener la euforia de celebrar, seis años después, desde junio del 99, un título del que sólo le separan tres puntos, con tres jornadas por disputar. Y, sin embargo, el holandés, con una pose no exenta de una sutil ironía, se empeña en jugar con los nervios de los que, hartos de tanta mesura, desearían que el vestuario azulgrana diese ya rienda suelta al júbilo.

"No persigo marcar una época, sino contentar a la afición y al club", dice el holandés
Más información

Lejos de complacer ese deseo que, por sus idas y venidas con los preparativos de las celebraciones, parece compartir la junta azulgrana, Rijkaard se cierra en banda y rebaja la euforia a base de cubos de agua fría. "Aunque parezca frío, ahora mismo, el título [de Liga] me deja indiferente", zanjó el holandés, tras comprobar el caso omiso que se había hecho a su intención de "hablar sólo del partido del Levante y no de cosas adicionales". Puede que fuese una pose, pero su manifestación, por contundente, no dejó de sorprender al auditorio. Se esperaba algún gesto que denotase al menos cierta alegría, por más que quedó claro que el holandés no se mostrará tan indiferente cuando su equipo tenga el título, materialmente, en el bolsillo. "Comentar estas cosas [las celebraciones] me parece presuntuoso", insistió Rijkaard. "Si no hablamos de ellas significa que estamos centrados en el trabajo. No hay que caer en esa trampa ni tampoco en el fatalismo".

Por lo que dijo, el técnico azulgrana sólo tiene en la cabeza el partido que el Barça disputará esta noche, en el Ciutat de València, ante el Levante. Ni le atañen los preparativos de la junta para celebrar el título, ni siquiera lo que pueda hacer el Madrid, un par de horas antes, frente al Sevilla. Una derrota madridista zanjaría la lucha por el título a favor de los azulgrana antes de que éstos saltaran al campo. "Aunque parezca presunción", se disculpó de nuevo Rijkaard, "me da igual". "Sólo quiero que mi equipo se mire a sí mismo. Hasta ahora siempre ha funcionado y hay que seguir así", argumentó. Tampoco quiso el holandés valorar cómo les podría afectar a sus jugadores enfrentarse al Levante siendo ya campeones. "Si tienen una mentalidad correcta", expuso, "no tiene que pasar nada porque el trabajo no está hecho aún". "Pensar antes en ello no funciona, es contraproducente; sólo con talento y compromiso se consiguen títulos", añadió.

El técnico azulgrana les recordaba así a sus jugadores, de forma pública, un mensaje que ha repetido infinidad de veces en el vestuario. No parecía necesario. La plantilla del Barça había dado la víspera -como en anteriores jornadas- sobradas muestras de haberlo asimilado. "Todo el mundo da el título ya por hecho, pero no es así. Nos faltan tres puntos y nosotros sólo pensamos en el Levante", había dicho el capitán, Carles Puyol. "Yo sólo espero que veamos un partido de verdad y que saquemos un buen resultado ante un rival que se merece el máximo respeto", dijo Rijkaard ayer. Con tan sólo tres puntos de ventaja sobre el Mallorca, el Levante se juega la permanencia en Primera.

Para no alterar su línea de mesura absoluta, el técnico holandés ni siquiera estuvo dispuesto a admitir algo que en el vestuario es manifiesto: no conforme con la Liga, este Barça busca dejar huella alcanzando los 90 puntos y conquistando el Pichichi (Eto'o) y el Zamora (Valdés). Rijkaard lo sabe y está dispuesto a contribuir a que así sea. Pero ayer lo disfrazó: "No se puede empezar al revés y pensar primero en esos objetivos; si el equipo funciona, las individualidades destacarán aún más". Menos voraz que sus jugadores, el técnico aseguró que no persigue "marcar una época" sino contentar a una afición y a un club que anhelan este título desde hace tiempo. "Entiendo que los jugadores se sienten importantes en el club y ésa es su manera de demostrar su compromiso, pero la vida de un técnico en un club no es tan larga como la del jugador. Yo estaré contento pensando en la gente cuando llegue el momento", dijo.

Ese momento puede llegar hoy y Rijkaard lo sabe mejor que nadie. No en vano se ha llevado a todos sus jugadores disponibles -Damià sustituye al sancionado Belletti- y los que no lo están acudirán hoy mismo a Valencia, para no perdérselo.

Frank Rijkaard.VICENS GIMÉNEZ

Archivado En