Crónica:TENIS | Final del Trofeo Conde de Godó

Nadal toma el poder

El mallorquín sigue su meteórica ascensión, doblega con autoridad a Ferrero y ya es el primer español en la clasificación mundial

Por lo suelto que va y lo fácil que fluye su tenis, Rafael Nadal empieza a estar tan feliz como asustado. No es necesario que se prodiguen los pájaros de mal agüero. Él mismo y su tío y a la vez entrenador, Toni Nadal, son los primeros en saber de la necesidad de bajar de revoluciones la máquina para engrasarla de nuevo con vistas a la cita de Roland Garros, a partir del 25 de mayo. Nadal ganó en Barcelona con la misma majestuosidad que en Montecarlo. Allí abrumó sucesivamente a tipos tan rugosos como los argentinos Coria y Gaudio, y a otro compañero de generación que sube como la espuma, el f...

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Por lo suelto que va y lo fácil que fluye su tenis, Rafael Nadal empieza a estar tan feliz como asustado. No es necesario que se prodiguen los pájaros de mal agüero. Él mismo y su tío y a la vez entrenador, Toni Nadal, son los primeros en saber de la necesidad de bajar de revoluciones la máquina para engrasarla de nuevo con vistas a la cita de Roland Garros, a partir del 25 de mayo. Nadal ganó en Barcelona con la misma majestuosidad que en Montecarlo. Allí abrumó sucesivamente a tipos tan rugosos como los argentinos Coria y Gaudio, y a otro compañero de generación que sube como la espuma, el francés Gasquet. En el Godó ha barrido a tipos de menos nombre que peligro como el eslovaco Hrbaty, el argentino Calleri o el checo Stepanek. Para rematar dos semanas fenomenales, nada le podía venir mejor que medirse a Juan Carlos Ferrero.

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Fue una final preciosa porque anudó los caminos divergentes de dos jugadores con todas las ganas de abrir la espita de su espléndido potencial. La exuberancia de Nadal iba a toparse con el pundonor de Ferrero; la juventud rampante, con la excelencia reencontrada de un antiguo número uno; el jugador del futuro, con el que, poco a poco, después de la profunda crisis que le impidió estar en una final desde hacía 14 meses, vuelve a entrever sus mejores prestaciones. Todo ello sin que se entienda un relevo generacional, que no es el caso. Por si hubiera alguna duda, Ferrero, a sus 25 años, pese a la derrota, demostró que le queda cuerda para rato y que no está todavía para echar por la borda sus magníficas cualidades y no situarse de nuevo entre los 10 primeros del mundo.

De lo que no queda duda es de que Nadal ya es, por derecho propio, el número uno español. Así lo dice una clasificación mundial en la que partió este año en el puesto 30º y en la que hoy se sitúa en el séptimo después de haber desbancado a la flor y nata, y al mejor situado, el también mallorquín Carlos Moyà.

Nadal se comportó en la final como un ciclón, como a lo largo de todo un torneo. En Barcelona no ha perdido ningún set. Entre Montecarlo y la capital catalana ha acumulado 11 victorias consecutivas y sólo ha cedido una manga, ante Gasquet. Ferrero comprobó muy pronto la que se le venía encima. En el cuarto juego ya le rompió el servicio Nadal, que volvió a hacer divisa de la rapidez, la potencia y la colocación de sus golpes. El de Manacor actuaba con mucha más consistencia que el de Ontiyent. Pero Ferrero, aunque ello le costó incurrir en más errores, prefirió arriesgarse. Intentó mover a Nadal con dejadas, tratando de cambiar el ritmo y de variar la trayectoria y el destino de las bolas que enviaba desde el fondo de la pista. No hubo manera. Nadal lo devolvió todo con creces. Hasta el extremo de que convirtió algunas bolas que devolvía a la defensiva en puntos ganadores.

Ferrero tuvo que sacar fuerzas de flaqueza para no derrumbarse ante los pelotazos que, indefectiblemente, le llegaban del otro lado de la pista. Protestó e hizo que el árbitro bajara de su silla para comprobar una bola dudosa a pesar de que Nadal ya le había marcado con su raqueta la señal del bote, fuera de la línea. Podía tratarse del recurso del tenista más experimentado ante la que se le venía encima. No fue el caso. Si de ello se trataba, la estratagema se le volvió en contra porque, acto seguido, cometió una doble falta que dejó sentenciada la primera manga. En la segunda, Ferrero reaccionó. Fueron los únicos minutos en los que pudo al menos entreverse un posible cambio de decoración. Llegó a dominar por 1-3. Pero Nadal forzó la muerte súbita, que se adjudicó de nuevo tras un intenso e igualado toma y daca.

A partir de ahí, Nadal metió la directa. Rompió el servicio de Ferrero en el segundo juego de la tercera manga y lo hizo en blanco, al igual que en el siguiente, ya con su servicio. Una forma de actuar disuasoria. El 3-0 y la consistencia física que exhibía a pesar de lo zurrado que podía estar después de 11 partidos en dos semanas y de que no está muy habituado a los de al mejor de cinco sets podían inducir a Ferrero a una rendición incondicional. No hubo tal. Ferrero perdió, pero jamás se rindió. Otra magnífica noticia para el tenis español.

Rafael Nadal exhibe su alegría.ASSOCIATED PRESS

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