Una noche histórica

Al director vasco, que en estos días está promocionando su nueva película, Frágil, ya no le gusta viajar. Prefiere pasar su poco tiempo libre en Vitoria. La culpa es de su trabajo, que le tiene continuamente de acá para allá. "Muchas veces, cuando me despierto, no sé dónde estoy. Hace tiempo conté los hoteles en los que había dormido y me salieron 150". Pero con 23 años hizo un viaje que no olvidará.

Su mejor amigo, su hermano pequeño y su Opel Kadett. ¿Destino?

Berlín. Queríamos estar en la fiesta de unificación de Alemania, el 3 de octubre de 1990.

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Al director vasco, que en estos días está promocionando su nueva película, Frágil, ya no le gusta viajar. Prefiere pasar su poco tiempo libre en Vitoria. La culpa es de su trabajo, que le tiene continuamente de acá para allá. "Muchas veces, cuando me despierto, no sé dónde estoy. Hace tiempo conté los hoteles en los que había dormido y me salieron 150". Pero con 23 años hizo un viaje que no olvidará.

Su mejor amigo, su hermano pequeño y su Opel Kadett. ¿Destino?

Berlín. Queríamos estar en la fiesta de unificación de Alemania, el 3 de octubre de 1990.

¿Recorrieron los 2.000 kilómetros de un tirón?

Hicimos una pausa en la fiesta de la cerveza de Múnich, la Oktoberfest. Al llegar cometimos el error de irnos primero a cenar. Cuando nos presentamos en la fiesta no quedaba nadie. Al día siguiente nos adaptamos a las costumbres alemanas y a mediodía llevábamos ya un pedo de campeonato.

Pero supongo que llegaron enteros a Berlín.

A las doce de la noche del 3 de octubre estábamos en la puerta de Brandeburgo entre millones de alemanes que coreaban "Deutschland über alles" (Alemania por encima de todo), y nosotros, que no entendíamos, gritábamos "Celedón, Celedón, ha hecho una casa nueva con ventana y balcón", que es el canto de las fiestas de Vitoria.

¿Trajeron un trozo del muro?

Nos llevamos todo tipo de recuerdos: cascos de soldados y hasta una máscara de gas que luego utilicé en un corto.