LAS ELECCIONES VASCAS

Acefalia política

La reciente encuesta encargada por El Correo viene a confirmar algo que viene siendo una constante en la escena política vasca: por debajo de las tormentas de superficie y las previsiones de cambios radicales existen bases sólidas para una convivencia democrática. No es la presión social la que genera las convulsiones políticas. Si éstas se manifiestan, hasta el punto de que cada proceso electoral se presenta como una lucha a vida o muerte, comparable a aquellas elecciones africanas de la primera independencia que abrían paso a dictaduras vitalicias, la responsabilidad recae en primer t...

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La reciente encuesta encargada por El Correo viene a confirmar algo que viene siendo una constante en la escena política vasca: por debajo de las tormentas de superficie y las previsiones de cambios radicales existen bases sólidas para una convivencia democrática. No es la presión social la que genera las convulsiones políticas. Si éstas se manifiestan, hasta el punto de que cada proceso electoral se presenta como una lucha a vida o muerte, comparable a aquellas elecciones africanas de la primera independencia que abrían paso a dictaduras vitalicias, la responsabilidad recae en primer término sobre el clima de terror, y de forma complementaria, sobre la clase política, especialmente en el sector nacionalista gobernante. Resulta imposible una normalización de la vida política si tiene lugar una fijación de objetivos de alcance constitucional que deja fuera del proceso de adopción de decisiones a la mitad de la población. "El futuro nos pertenece", repite una y otra vez el lehendakari Ibarretxe, evocando la célebre escena de Cabaret, cuyo significado debiera hacerle meditar. Pertenece, o quiere que pertenezca, a aquellos que piensan como él, con la exclusión como destino para los no nacionalistas, tal y como experimentan en su propia carne los profesores expulsados por el tema del euskera obligatorio. Ibarretxe ignora voluntariamente que en democracia el futuro es la empresa colectiva de una sociedad.

Se trata de configurar una futura sociedad vasca ensimismada a la fuerza, sin otra relación con el marco español que el Concierto Económico, en espera de la independencia, y tal vez las ligas deportivas, ya que resulta poco atractiva una semifinal Athletic-Eibar a cinco partidos para llenar el calendario. Una sociedad entregada a la tarea hesicásmica de celebrar incesantemente desde la primera enseñanza esa cultura y esa historia, en gran parte inventadas, que configuran la inmaculada personalidad nacional. Previa depuración de Munibes, Unamunos, Prietos, Barojas, y todo cuanto huela a contaminación española. La herencia empobrecedora de Sabino Arana sigue vigente a la hora de causar estragos, fomentando la actitud, denunciada por el segundo personaje aludido, de "encerrarse en su casa-torre y, maldiciendo del vecino, cantar excelencias propias".

La opinión de los vascos, recogida en la encuesta de El Correo, da fe de una lógica preocupación ante la huida hacia delante que el plan Ibarretxe representa a estas alturas. Casi los dos tercios de los entrevistados ve en el proyecto constitucional del lehendakari un factor de crispación de la política vasca. Incluso entre los votantes nacionalistas esa desconfianza se aproxima al 40%. La tozudez del presidente vasco es reconocida, a la hora de opinar que llevará adelante el proceso por él definido, pero eso no suscita satisfacción alguna. Algo menos del 16% prefiere tal opción. Por otro lado, la vocación independentista sigue anclada en el 30% de siempre, con las gentes de Batasuna y Aralar de un lado, y Guipúzcoa de otro, a la cabeza (un 35% de independentistas, 29% en Vizcaya, 24% en Álava). La propaganda nacionalista ha surtido sus efectos, como ya ponían de relieve con anterioridad los Euskobarómetros, y la preferencia se dirige hacia un incremento consensuado de las competencias en el autogobierno.

La fotografía del panorama político preelectoral, en cuanto a las opciones de fondo, apunta en dirección de la propuesta del PSOE, en torno al proyecto de ampliación estatutaria apadrinado por Emilio Guevara. Su aplicación no supondría trauma alguno, ni fractura de la sociedad vasca, ni conflicto abierto con el orden constitucional, y además respondería a las preferencias expresadas por la mayoría de los vascos. A pesar de ello, el tripartito está en condiciones, según la misma encuesta, de lograr la mayoría absoluta con la ayuda impagable del submarino amarillo que es en sentido estricto la Izquierda Unida de Madrazo. Sin duda, al socialismo vasco, colocado en la buena dirección, le falta un planteamiento estratégico que vaya más allá de un previsible papel de socio menor en una coalición encabezada por el PNV. Como ocurriera en 2001, con otro escenario, está así bloqueando su propia vía de afirmación política.

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