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Persiguiendo películas

Las tortugas también vuelan, la coproducción iraquí-iraní que se alzó merecidamente con la Concha de Oro en el último festival de San Sebastián, se estrena hoy por fin, al igual que la paquistaní El silencio del agua, que conquistó el festival de Locarno hace dos años. También se estrena la senegalesa Moolaadé, que fue premiada el año pasado en el festival de Cannes. Siguen en cartel, al menos en las grandes ciudades, la coreana Oldboy, que obtuvo el gran premio del jurado de Cannes, la uruguaya Whisky, la danesa Hermanos, las chinas ...

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Las tortugas también vuelan, la coproducción iraquí-iraní que se alzó merecidamente con la Concha de Oro en el último festival de San Sebastián, se estrena hoy por fin, al igual que la paquistaní El silencio del agua, que conquistó el festival de Locarno hace dos años. También se estrena la senegalesa Moolaadé, que fue premiada el año pasado en el festival de Cannes. Siguen en cartel, al menos en las grandes ciudades, la coreana Oldboy, que obtuvo el gran premio del jurado de Cannes, la uruguaya Whisky, la danesa Hermanos, las chinas Carta de amor de una desconocida y 2046..., todas ellas descubiertas y premiadas en festivales de cine, y distribuidas ahora con insuficiente publicidad por pequeñas empresas que confían en que su público les siga siendo fiel.

No llegarán estas películas a todas las pantallas españolas, y difícilmente se verán en las televisiones generalistas, empeñadas como están éstas en su lucha por la audiencia. La mayor parte del país se queda, pues, sin la oportunidad de ver las joyas cinematográficas que no provengan de las compañías multinacionales. Es decir, que o se vive en una gran ciudad o se queda uno con tres palmos de narices. O se delinque en la piratería, claro.

Las televisiones, incluida la oficial, insisten en que sólo las grandes películas americanas conquistan al público y han terminado por uniformar sus ofertas hasta llegar a aburrirnos. Parece no haber ya espacio para los espectadores que aprecien películas como las mencionadas, lo que no deja de ser contradictorio cuando precisamente desde esas mismas televisiones son recomendadas y festejadas, por ejemplo, desde el programa Días de cine, que desde hace 14 años dirige el tenaz Antonio Gasset Dubois.

Esta semana el esfuerzo de este programa ha sido reconocido con el Premio Ángel Fernández-Santos que por primera vez concede la muestra de cine latinoamericano de Lleida. Gasset y su equipo, récord de permanencia en antena, reseñan semanalmente películas que muchos españoles no podrán ver jamás, situándose, por tanto, a medio camino entre buen programa informativo y ejercicio de sadismo contumaz. Los pequeños cineclubes que aún sobreviven tampoco lo tienen fácil: hay pocas copias de esas películas para satisfacer a todos, y su alquiler no suele ser barato.

¿Retomará la televisión oficial, ahora renovada, aquella añorada costumbre de programar películas distintas a horas razonables? El propio programa Días de cine, ¿permanecerá fijo en día y hora alguna vez o seguirá zascandileando por la parrilla como le ha ocurrido durante estos años? ¡Qué difícil es a veces tener ocasión de ver el buen cine!

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