Reportaje:

Cuando el mar esquilma las playas

El litoral malagueño pierde arena cada año por culpa de los temporales y los empresarios temen el descenso de turistas

Nunca antes la arena fue un bien tan preciado en las costas de Málaga. Cada primavera los temporales se repiten y el mar pega bocados en la costa sacando a relucir su cara agresiva y mermando las playas. En una costa casi rectilínea, la arena es desplazada de las playas y debe ser repuesta artificialmente, porque la regeneración natural que se producía antaño está hoy paralizada.

La masiva urbanización ha esquilmado los ríos, que ya no aportan sedimentos a las costas porque las obras han invadido sus márgenes, y aprovechando los cauces secos se suceden las extracciones ilegales de arena...

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Nunca antes la arena fue un bien tan preciado en las costas de Málaga. Cada primavera los temporales se repiten y el mar pega bocados en la costa sacando a relucir su cara agresiva y mermando las playas. En una costa casi rectilínea, la arena es desplazada de las playas y debe ser repuesta artificialmente, porque la regeneración natural que se producía antaño está hoy paralizada.

La masiva urbanización ha esquilmado los ríos, que ya no aportan sedimentos a las costas porque las obras han invadido sus márgenes, y aprovechando los cauces secos se suceden las extracciones ilegales de arena. Pero hay otro factor decisivo: La multitud de presas en la provincia. A la hora de evaluar la creación de un pantano no se tiene en cuenta la menor aportación de sedimentos al mar que traerá consigo. "En Estados Unidos se están desmantelando presas porque resulta más barato indemnizar a las empresas que mantener el aporte anual para la regeneración. Aquí pagamos las consecuencias de una política que persigue lograr agua a toda costa", critica Juan Clavero, biólogo y miembro de Ecologistas en Acción.

El resultado esta semana han sido playas con grandes desniveles y otras plagadas de piedras. "Estaría toda la vida recogiendo piedras en la playa de Pedregalejo y seguiría habiendo", se queja la concejal de playas del Ayuntamiento de Málaga, Teresa Porras. Para poner freno a esta situación, la Dirección General de Costas implantó en algunas playas espigones sumergidos y balizados a 200 metros de la costa que detiene la fuerza de las olas, y cada año reparte 300.000 metros cúbicos de arena entre las playas para que los turistas acudan a su primera gran cita de la temporada en Semana Santa.

Los empresarios de playas, que ven perjudicados sus negocios, no estiman que las medidas sean suficientes. "Hay que buscar una solución definitiva desde que el ciclo de estabilización se ha roto. Aunque los que deciden son los técnicos, no nos creemos que los espigones implantadas con éxito en California y Florida no funcionen", denuncia el presidente de la Federación Andaluza de Empresarios de Playas, Norberto del Castillo. "Los temporales están muy bien para hacer surf, pero para la playa es un desastre", añade.

La concejal Porras solicitó en diciembre pasado a Costas un "estudio serio para estabilizar las playas y ver su situación, y aún sigo esperando", critica. Porras ha añadido una novedad: "Estamos viendo el coste que tendría traer arena de Marruecos para que Costas se plantee la operación". Juan Carlos Fernández, ingeniero jefe de Costas estima que la operación "habrá que valorarla seriamente, porque si resultara más cara de 15 euros el metro cúbico sería disparatada".

El problema radica en encontrar la arena adecuada, que no sea demasiado volátil, y el aumento del presupuesto para su extracción. "Si contara con 5 millones de metros cúbicos tendría las playas resueltas para los próximos 10 años", confirma Fernández. La operación sería compleja y se llevaría a cabo absorbiendo la arena del fondo del mar, que se acumularía en un barco de carcasa gigante y que en cada viaje transporta 10.000 metros cúbicos.

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La descontrolada urbanización ha provocado que los ríos de la cuenca occidental desemboquen en el mar sin aportar arena, pero la cuenca oriental aún está a salvo. La Confederación de Cuencas Mediterráneas, cuya competencia ha sido transferida a la Junta recientemente, vigilará que las obras no invadan los ríos.

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