Columna

Gracias

Estaba preguntándome cómo me las arreglaría para recordar con respeto e íntimo dolor a las víctimas verdaderas del 11-M: los muertos, los heridos, los mutilados, los traumatizados, los familiares, los amigos... Me preocupaba mucho perder, estos días, la necesaria calma y la no menos imprescindible concentración, y ello a causa de las machaconas actuaciones del trío Los Repanochos (Acebes, Rajoy y Zaplana). Tanta repetición de estribillos engañosos por parte de los también conocidos como Trillizos de Génova, mientras el Ectoplasma de la Pradera sigue conferenciando su Only You, del mundo...

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Estaba preguntándome cómo me las arreglaría para recordar con respeto e íntimo dolor a las víctimas verdaderas del 11-M: los muertos, los heridos, los mutilados, los traumatizados, los familiares, los amigos... Me preocupaba mucho perder, estos días, la necesaria calma y la no menos imprescindible concentración, y ello a causa de las machaconas actuaciones del trío Los Repanochos (Acebes, Rajoy y Zaplana). Tanta repetición de estribillos engañosos por parte de los también conocidos como Trillizos de Génova, mientras el Ectoplasma de la Pradera sigue conferenciando su Only You, del mundo por los confines... Francamente desastroso. Pretendía yo, además, aislarme de las magnas celebraciones oficiales a toda cámara, impermeabilizarme contra el bombo sensiblero que tanto vende.

¿Cómo llorar por ellos, llorar en serio?

Y entonces Iñaki me hizo el favor. Entrevistó a doña Olga Sánchez, y Hoy por hoy se convirtió en Por siempre jamás. Esta mujer, que es la fiscal que lleva las investigaciones, con el señor Del Olmo, empezó a hablar. Y desaparecieron la mugre moral, la grasa social, los balidos de los borregos y las pompas de los pomposos. Palidecieron los monolitos.

Habló la fiscal del compromiso que, a pie de la tragedia, ambos magistrados adquirieron, consigo mismos y con las víctimas, para llegar hasta el último rincón de la verdad, para descubrir hasta el último culpable de la matanza. Hizo la señora Sánchez, aparte de unas declaraciones que han merecido amplia difusión, un acto de honorabilidad. Resumió sobriamente lo que vio en el escenario del múltiple crimen, aquel mismo día, aquel mismo maldito día 11 de marzo de 2004.

Y fue la mezcla de seriedad en la exposición, sencillez en la apenas embridada emoción que teñían sus palabras y una fundamental decencia (la decencia fundacional, debería decir: aquella que no deberíamos perder); fue todo eso junto lo que abrió la puerta y apartó las basuras acumuladas, conjuró a los estúpidos, barrió a los especialistas en rutinas informativas. Otra vez pudimos ver, sin estorbos, lo ocurrido. Otra vez pudimos sentir, sin mistificaciones, lo que aquel día sentimos.

El llanto surgió entonces. Llanto de dolor, sin alivios. Sin obstáculos.

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