Reportaje:FÚTBOL | Vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones

Un duelo de debilidades

Juventus y Madrid volverán a encarnar en Turín el viejo debate, ataque contra defensa, Capello contra Sacchi

El Estadio de los Alpes sólo se llena cuando acoge al Real Madrid como huésped. Los juventinos ven al Madrid, tan distinto y a la vez tan parecido a la Vieja Señora, como un rival a su medida, un enemigo que a fuerza de combates cuerpo a cuerpo parece más bien un interlocutor de confianza.

Hoy, con las gradas a reventar, dos instituciones señeras renovarán un viejo debate: el ataque contra la defensa, la inspiración contra el empeño táctico, la generosidad contra el cálculo. Habrá, además, una novedad. Volverán a encontrarse Fabio Capello y Arrigo Sacchi, dos enemigos cordiales d...

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El Estadio de los Alpes sólo se llena cuando acoge al Real Madrid como huésped. Los juventinos ven al Madrid, tan distinto y a la vez tan parecido a la Vieja Señora, como un rival a su medida, un enemigo que a fuerza de combates cuerpo a cuerpo parece más bien un interlocutor de confianza.

Hoy, con las gradas a reventar, dos instituciones señeras renovarán un viejo debate: el ataque contra la defensa, la inspiración contra el empeño táctico, la generosidad contra el cálculo. Habrá, además, una novedad. Volverán a encontrarse Fabio Capello y Arrigo Sacchi, dos enemigos cordiales de toda la vida, el alfa y el omega del calcio.

Juventus y Madrid se conocen perfectamente. Tanto, que no medirán sus fuerzas, sino sus debilidades. Este es un encuentro que pone a cada equipo frente a su lado oscuro. El Juventus tiene talento para administrar el juego, el tiempo y el desgaste nervioso del rival, y apurará probablemente esas virtudes, aún al precio de comportarse a ratos como un visitante que racanea en busca del empate a cero: le vale un gol en el último minuto, le vale una prórroga, le vale decidir a los penaltis para romper el empate.

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Entre su mejor cara y su caricatura media, sin embargo, muy poca distancia. Al Juventus, con toda su tradición de esfuerzo, sudor y disciplina, le basta un pequeño desajuste orgánico para caer en la vulgaridad, es decir, en la administración cuidadosa de la nada. Y tiende a desajustarse cuando topa con un equipo que toma la iniciativa y le hace bailar a su propio ritmo.

El Milan lo demostró en su último enfrentamiento liguero: empujó al Juventus contra las cuerdas y descubrió que el rival era un fajador portentoso pero incapaz de pegar. Sin Nedved, además, la Vieja Señora turinesa puede ganar por oficio, pero raramente por talento.

El Real Madrid representa todo lo contrario. Es capaz de pegar con una fuerza terrible, pero no ha nacido para encajar golpes. La inclusión de Gravesen como pivote ha apuntalado la defensa sin modificar el perfil psicológico de una escuadra con mentalidad invasora y con un espinazo débil. Si no marca, no sabe qué hacer. En teoría, juega con dos puntas; en la práctica, sin embargo, dos de sus centrocampistas, Figo y Zidane, son más gente de área ajena.

El Juventus, en cambio, se dispone con un tridente de atacantes que constituye en realidad un dique de contención: Zalayeta, si como parece por lo visto estos días parte como titular, estará ahí para entretener a Roberto Carlos y evitar que frecuente la banda, y Del Piero tenderá a emboscarse en la media punta para dejar el carril izquierdo al lateral Zambrotta. Zambrotta es un correcaminos y ni Beckham ni Raúl Bravo muestran grandes credenciales defensivas en la franja derecha madridista, lo que hace suponer que en esa calle se librarán escaramuzas potencialmente decisivas.

Quedan las incógnitas. La de Ronaldo, por un lado: ¿será él?, ¿no será él? La de Trezeguet, por el otro: ¿estará en condiciones, después de su larga gripe, de ser el puño que le falta al Juventus?

Los de Madrid, en fin, se juegan más que los de Turín. Porque parten con un gol de ventaja y porque su único objetivo verosímil es la Copa de Europa. Si pierde, Capello podrá levantar el mentón y decir que sigue luchando por la Liga. En caso de derrota, Luxemburgo no tendrá nada que levantar.

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