Reportaje:

Tecnología sin fronteras

Las empresas anglosajonas lideran el fenómeno de la deslocalización de servicios

El fenómeno de la deslocalización es una realidad creciente. Los servicios de tecnología acaparan estas actividades, debido a la demanda de empresas británicas y estadounidenses. India es el gigante dispuesto a competir con compañías globales como IBM o Capgemini y, por el momento, lo está consiguiendo. La duda para los próximos años será conocer si empresas en Francia, Alemania o España seguirán los pasos de sus competidores anglosajones.

Hace apenas tres meses, la mayor aseguradora en el Reino Unido, Aviva, anunció que trasladaría este año 950 trabajadores a India. Estos puestos, desd...

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El fenómeno de la deslocalización es una realidad creciente. Los servicios de tecnología acaparan estas actividades, debido a la demanda de empresas británicas y estadounidenses. India es el gigante dispuesto a competir con compañías globales como IBM o Capgemini y, por el momento, lo está consiguiendo. La duda para los próximos años será conocer si empresas en Francia, Alemania o España seguirán los pasos de sus competidores anglosajones.

Las empresas españolas reconocen las ventajas de externalizar dentro del país, porque evita problemas con el idioma o la inestabilidad política
Un teleoperador inglés cobra 18.700 euros al año; un español, unos 12.000 euros. En India, ese mismo trabajo se paga a 4.100 euros

Hace apenas tres meses, la mayor aseguradora en el Reino Unido, Aviva, anunció que trasladaría este año 950 trabajadores a India. Estos puestos, desde programadores de software a teleoperadores, se añadirán a los 3.700 que la compañía británica ya ha desplazado a Delhi, Bangalore o Colombo (Sri Lanka). Para 2007, Aviva planea haber deslocalizado un total de 7.000 puestos de trabajo de una plantilla de 51.000 empleados. La noticia desató la furia de organizaciones sindicales británicas como Amicus, que ya había calificado de "despreciable" decisiones similares de Aviva. Para la aseguradora, los números son rotundos: un ahorro de más de 370 millones de euros durante 2004.

Igual que Aviva, otras compañías europeas como Philips Electronics o British Airways ya han externalizando parte de sus procesos tecnológicos y de desarrollo de software con el objetivo principal de ahorrar costes. Las grandes diferencias salariales entre los países desarrollados y las economías emergentes generan dichos ahorros, y es precisamente en India donde estas diferencias son mayores. Un teleoperador de call center, por ejemplo, cobra unos 18.700 euros al año en el Reino Unido y 12.000 euros al año en España. En India, este mismo trabajador cobraría poco más de 4.100 euros anuales.

Pero además de bajos costes, las empresas reclaman calidad y rapidez de servicio. Y en el sector de los servicios tecnológicos, India también se lleva el gato al agua. Este país genera cada año 400.000 ingenieros y más de millón y medio de informáticos y científicos con buen nivel de inglés y altos conocimientos. El resultado es una extensa población trabajadora altamente cualificada.

"Nosotros estamos contratando gente en todo el mundo, desde Europa del Este hasta Brasil, Australia o Uruguay", dice N. Chandrasekaran, vicepresidente europeo de Tata Consultancy Services (TCS), el líder indio en el mercado de la deslocalización tecnológica, "pero los conocimientos matemáticos, tecnológicos y científicos de los licenciados en India no tienen comparación a los de otros países". A mediados de este año, la compañía india rebasará la barrera del los 1.500 millones de ingresos anuales. "En 2010 queremos convertirnos en uno de los diez primeros proveedores de servicios tecnológicos del mundo", asegura.

TCS, al igual que los otros grandes proveedores indios como Wipro Technologies o Infosys, han añadido una capacidad adicional: son los que ofrecen un mayor abanico de servicios en la gestión de procesos de negocio, o business process outsourcing (BPO, en sus siglas en inglés). Las actividades de BPO relacionadas con los servicios de contratación de personal, call-centers, finanzas, contabilidad o trámite de datos administrativos están generando una fuerte demanda en los mercados anglosajones.

Las grandes compañías tecnológicas no quieren perder terreno con los proveedores indios. IBM y el Banco Urquijo acordaron a finales de 2003 uno de los pocos contratos de BPO firmados en España, por un valor de más de 26 millones de euros durante diez años para externalizar las operaciones de back-office del banco. Urquijo espera poder reducir un 35% sus costes de administración y aumentar un 30% su productividad.

Problemas culturales

La deslocalización de servicios tecnológicos, en todo caso, puede acarrear mayores problemas que ventajas. Compañías que trabajan con proveedores en China, India u otros países del sureste asiático se encuentran con insalvables barreras culturales e idiomáticas, inestabilidad política y, en muchos casos, pobres infraestructuras de comunicación. Famosos fueron los casos del fabricante de hardware Dell y del banco de inversión Lehman Brothers, quienes tuvieron que cancelar los contratos con sus proveedores de servicios de call-centers en India debido a las quejas por la mala atención a clientes. Los proveedores indios han sido muy cuidadosos en incrementar la calidad de estos servicios, pero cada vez más compañías miran a destinos alternativos.

Empresas alemanas y nórdicas ya trabajan con proveedores en Polonia, Hungría o Letonia. Rusia, que posee un 40% más de científicos per cápita que Alemania, Francia o el Reino Unido, ha atraído la inversión de Alcatel y Siemens en el área de programación de software. Túnez y Marruecos son un buen destino para empresas francesas. Incluso Latinoamérica está entrando en la era de la deslocalización.

"América Latina posee las condiciones adecuadas", dice Tomás Contreras, director de outsourcing de Indra Sistemas. "Argentina, por ejemplo, ofrece seguridad jurídica, conocimientos tecnológicos, afinidad cultural e idiomática y unos costes unitarios entre un 20% y un 40% más bajos que en España".

La deslocalización de servicios tecnológicos no ha hecho más que comenzar. La consultora Forrester Research calcula que el gasto total en servicios tecnológicos offshore en Europa se duplicará en tan sólo tres años, de 1.400 millones de euros en 2005 a más de 3.000 millones en 2008. Más del 75% del gasto lo realizarán compañías británicas. En España y Portugal, la inversión supondrá apenas un 1% del total en 2008.

"Por una parte, las empresas en España están mirando a sus propias capacidades internas en lugar de marcharse fuera, en lo que se denomina actividad nearshore. Pero, por otro, las empresas extranjeras también están utilizando España como destino", dice Juan Marín, responsable de outsourcing en Accenture. "A pesar de que los costes laborales en España no son tan bajos como en India o en Filipinas, son mucho más bajos comparados con Alemania o el Reino Unido, y tecnológicamente España es un país maduro", añade.

Las propias compañías españolas usuarias de servicios tecnológicos reconocen los beneficios de la deslocalización nearshore. "A pesar de que ambas corrientes son importantes, deslocalizar dentro del propio país presenta ventajas adicionales", dice Domingo Valhondo, jefe de calidad de sistemas de la información en Repsol YPF. "Las similitudes culturales, el mismo idioma, las mismas zonas horarias y la estabilidad política son factores que favorecerán un servicio más efectivo".

Otros factores, como la posición de las agrupaciones sindicales, serán clave para que la balanza se decante por un modelo u otro. "El problema es que offshor provoca pérdida de empleo, depresión económica de las zonas afectadas y malas condiciones de trabajo en el país de destino, sea este México o India", dice Daniel Olmos, secretario internacional de la Federación de Comunicación y Transporte de CC OO. "Aun así, los sindicatos no nos oponemos frontalmente a la deslocalización tecnológica, partimos de su inevitabilidad". La situación parece bien diferente en EE UU y Reino Unido, donde la alta liberalización laboral ha provocado que los sindicatos poco o nada puedan hacer ante la visión de cientos de empleos fugándose a otros países. El mismo presidente de la patronal inglesa, Digby Jones, lo dejó muy claro en unas declaraciones recientes: "Dentro de diez años no habrá trabajo en el Reino Unido para la gente no cualificada. Todos esos puestos serán simplemente externalizados".

Ingenieros de una empresa tecnológica trabajan en la ciudad india de Bangalore.REUTERS

Cuatro millones de empleos 'occidentales' perdidos

Algunas predicciones de mercado apuntan a que las empresas europeas externalizarán más de un millón de empleos hasta 2015, principalmente puestos administrativos y tecnológicos. En EE UU serán más de tres millones de trabajadores los que habrán perdido sus puestos en ese mismo año. El temor a la pérdida de empleos ha llevado a que la deslocalización pase del plano meramente empresarial a la agenda política. Tal vez el caso más sonado fue el ocurrido a finales de 2003 en el Estado norteamericano de Indiana, cuando el gobernador, Joseph Kernan, decidió cancelar un contrato de más de 11,5 millones de euros entre la compañía india Tata Consultancy Services (TCS) y una agencia estatal. El contrato, para actualizar el sistema informático de la agencia, fue al final otorgado a un proveedor americano por un coste de seis millones de euros más que el que ofrecía la compañía india. Este caso ha sentado un precedente hasta nuestros días. En EE UU, el reelegido presidente George W. Bush ha prometido no impedir el desarrollo de la externalización internacional, pero en Europa ya se han visto los primeros ecos proteccionistas. El Gobierno francés ofrece exenciones a las cuotas a la seguridad social y desgravaciones fiscales a las compañías que mantengan su actividad en el país. En Holanda, el Gobierno ha pedido a las seis mayores multinacionales que elaboren un decálogo de medidas para detener la fuga de empleos a terceros países. Si a esto añadimos la presión sindical para frenar y regular este fenómeno, el resultado final, según expertos y analistas, será la pérdida de competitividad de las economías que se queden fuera de la deslocalización.

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