Cartas al director

Señalización turística

Lo bueno que tiene haber viajado en coche por Europa es el poder ver las diferencias existentes entre países, y después, a la hora de hacerlo por España, echarte a llorar irremediablemente.

Cuando uno viaja por una autopista francesa, alemana, belga, holandesa, etcétera, se da cuenta de que realmente los políticos locales están enamorados de su país, además de tener una idea mucho más clara de lo que es un servicio social. En Francia, sin ir más lejos, cualquier iglesia o monumento, por más miserable que sea, está señalizado varias veces para que, si te interesa, te desvíes a visitar la...

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Lo bueno que tiene haber viajado en coche por Europa es el poder ver las diferencias existentes entre países, y después, a la hora de hacerlo por España, echarte a llorar irremediablemente.

Cuando uno viaja por una autopista francesa, alemana, belga, holandesa, etcétera, se da cuenta de que realmente los políticos locales están enamorados de su país, además de tener una idea mucho más clara de lo que es un servicio social. En Francia, sin ir más lejos, cualquier iglesia o monumento, por más miserable que sea, está señalizado varias veces para que, si te interesa, te desvíes a visitar las cuatro piedras que puedan quedar y, de paso, si compras algún recuerdo, mejor que mejor.

En España, por ejemplo, carretera Valladolid a Salamanca, se pasa por una villa que conocen todos los historiadores del mundo, poblada de maravillas y que sería un pecado no visitar estando de paso; hablo de Tordesillas. Pues bien, a duras penas subsiste un cartel anunciador que puso allí algún avispado y que si tienes la mala suerte de estar adelantando un camión, nunca más volverás a ver. Verdaderamente, en España hay que tener ganas de ir a un sitio y armarse de paciencia para poder encontrarlo.

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