Columna

Drogas ortodoxas

Un azar bizantino, quizá ensillado por el Pantocrátor, trae al Museo de la Ciudad, tan próximo a la cafetería Zeus de la calle Pradillo, una exposición de fotografías de monasterios del Monte Athos, o Monte Santo, mientras salta en Grecia un grave escándalo de tráfico de drogas en el que están implicados varios miembros de la Iglesia ortodoxa. Este escándalo, que incluso ha salpicado al mismísimo arzobispo Jristódulos y a los ministerios de Orden Público y de Defensa, es la noticia que acapara el interés nacional en Grecia y ha llegado a la prensa británica. Hasta donde llega mi modesta inform...

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Un azar bizantino, quizá ensillado por el Pantocrátor, trae al Museo de la Ciudad, tan próximo a la cafetería Zeus de la calle Pradillo, una exposición de fotografías de monasterios del Monte Athos, o Monte Santo, mientras salta en Grecia un grave escándalo de tráfico de drogas en el que están implicados varios miembros de la Iglesia ortodoxa. Este escándalo, que incluso ha salpicado al mismísimo arzobispo Jristódulos y a los ministerios de Orden Público y de Defensa, es la noticia que acapara el interés nacional en Grecia y ha llegado a la prensa británica. Hasta donde llega mi modesta información, nuestros medios nada han dicho sobre esta noticia. Pero, en fin, siendo esta tribuna de circunscripción local, comencemos por la exposición madrileña de fotografías y hablemos después de 'Ta mistiria tu Ayíu Orus' ('Los misterios del Monte Santo'), titular del diario Elefcerotipía (11-2-2005). Y dice el subtítulo, que probablemente ya le habrá calentado los cascos a Petros Márkaris, el gran autor griego de novela negra: "¡Y los misterios del monje Mirtos hasta Shanghai!".

La exposición reúne fotografías de Francisco Fernández, Ricardo Marín, Antonio Martínez y Francisco José Sánchez, profesores de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada. En septiembre de 2003, estos profesores participaron en la expedición que, encabezada por David Aguilar, rector de la Universidad de Granada, recorrió buena parte del Monte Athos. En el bello catálogo de la exposición, David Aguilar escribe que el origen de estas imágenes fue un proyecto científico y cultural, uno de cuyos principales resultados fue la magna exposición De viaje por el Monte Athos.

Me ha gustado que el rector magnífico califique la exposición de magna porque, además de ser un calificativo tan acorde con su título, se hace una autopublicidad tan digna como justa y saludable, para decirlo también con epítetos de la santa misa. Además, ya decía el gran humorista Álvaro de la Iglesia que "donde hay publicidad / resplandece la verdad" y, como es bien sabido, sobre todo los monjes y, por lógica extensión, los peregrinos que van a visitarlos son quienes más buscan la verdad -y más exactamente la Verdad con mayúscula-, pues ya dijo Jesucristo aquellas palabras que deberían grabarse en la fachada de la Dirección General de Tráfico de la calle Arturo Soria: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida". Y es seguro que si viviera hoy Jesucristo habría actualizado su mensaje en consonancia con el desarrollo de las carreteras y habría sustituido el "Yo soy el Camino" por "Yo soy la Autopista...". Un eslogan que, por otra parte, a nada que uno se distraiga con el móvil o con "la raja de tu falda", como canta Estopa, se puede convertir, en décimas de segundo, en "Yo soy la Autohostia": no en vano hostia significa en latín víctima.

Han organizado esta exposición la Universidad de Granada, la Embajada de Grecia y el Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas, que dirige Mosjos Morfakidis. Ha colaborado el Ayuntamiento de Madrid. El texto de Morfakidis sintetiza en cuatro espléndidas páginas la historia milenaria de la Sagrada Comunidad del Monte Athos. Esta Sagrada Comunidad es la más rigurosamente masculina de Europa. A ella sólo pueden acceder hombres y el acceso les está prohibido no sólo a las mujeres, sino a cualquier otro animal hembra: un varón, pues, puede entrar acompañado de su perro, pero no acompañado de su mujer o de su perra. La Sagrada Comunidad, como su nombre indica, se dedica, sobre todo, a labores divinas, pero debe también dedicarse a alguna que otra labor humana, pues, según fuentes fiables, el sida ha causado estragos entre los monjes.

Al fondo del vestíbulo en el que está instalada la exposición cuelgan los retratos de todos los alcaldes de Madrid de los dos últimos siglos. En un punto coinciden los monjes que aparecen en las fotografías y la mayoría de los alcaldes madrileños de 1800 a 1920: todos tienen barba. Los monjes, naturalmente, barbas más largas. En la prensa griega vemos fotos del mismo sacerdote con barba... ¡y sin barba! Este alegre sacerdote estaba en busca y captura por la Interpol desde 1998... ¡Y obtuvo pasaporte -con foto sin barba- en Atenas el 12 de agosto de 2002.

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