Cartas al director

Emigración

Personas anónimas que viajan cada día conmigo en tren, que hacen cola en los supermercados como yo, que esperan bajo el frío a que llegue el autobús, que buscan como cualquiera de nosotros un trabajo para sobrevivir.

A éstos, y también a los que nunca llegaron porque se quedaron en el camino, porque la barca donde viajaban detrás de la supervivencia volcó y quedaron sepultados en esa inmensa tumba marina, vergüenza de Europa, campo de exterminio de miles de hermanos africanos que pierden la vida ahogados en un mar de egoísmo. Hablo de los inmigrantes, esos que lo abandonan todo (o nada,...

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Personas anónimas que viajan cada día conmigo en tren, que hacen cola en los supermercados como yo, que esperan bajo el frío a que llegue el autobús, que buscan como cualquiera de nosotros un trabajo para sobrevivir.

A éstos, y también a los que nunca llegaron porque se quedaron en el camino, porque la barca donde viajaban detrás de la supervivencia volcó y quedaron sepultados en esa inmensa tumba marina, vergüenza de Europa, campo de exterminio de miles de hermanos africanos que pierden la vida ahogados en un mar de egoísmo. Hablo de los inmigrantes, esos que lo abandonan todo (o nada, pues huyen del hambre).

Y hablo también de nosotros, los españoles, que también fuimos inmigrantes, que también supimos lo que es tener que emigrar a otro país porque aquí no había pan ni trabajo. A ver si empezamos a tener un poco de memoria histórica para poder convivir en paz y para ver en el inmigrante a un compañero, no a un enemigo; el inmigrante es siempre víctima, no verdugo.

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