Editorial:

Disolución vasca

Tras la publicación del decreto de disolución del Parlamento vasco, el lehendakari Ibarretxe lanzó el pasado martes la campaña para las autonómicas del 17 de abril. Lo hizo marcándose como objetivo conseguir para el tripartito que preside (PNV, EA, IU) la mayoría absoluta que no ha tenido en esta legislatura a fin de forzar con ese respaldo la negociación con el Gobierno central de su plan soberanista, rechazado por el Congreso de los Diputados. Para alcanzar ese objetivo cuenta con aquello que dice deplorar: la no presentación de la lista de Batasuna. En ausencia de ese partido, la act...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Tras la publicación del decreto de disolución del Parlamento vasco, el lehendakari Ibarretxe lanzó el pasado martes la campaña para las autonómicas del 17 de abril. Lo hizo marcándose como objetivo conseguir para el tripartito que preside (PNV, EA, IU) la mayoría absoluta que no ha tenido en esta legislatura a fin de forzar con ese respaldo la negociación con el Gobierno central de su plan soberanista, rechazado por el Congreso de los Diputados. Para alcanzar ese objetivo cuenta con aquello que dice deplorar: la no presentación de la lista de Batasuna. En ausencia de ese partido, la actual alianza de gobierno conseguiría con los mismos votos tres escaños más, esto es, la deseada mayoría absoluta.

Durante la legislatura, el alumbramiento y defensa del plan Ibarretxe fue casi la única actividad de su Gobierno. Prosperó en la Cámara vasca gracias al voto in extremis de tres de los seis parlamentarios de Batasuna: ésa fue la única adhesión conseguida en cuatro años. Pese a ello, reiteró el martes su convicción de que PP y PSOE han mantenido una "unión" tácita con Batasuna. A su plan lo consideró "el de la mayoría absoluta de la sociedad vasca", y a su rechazo por 313 votos contra 29 en el Congreso, un "pacto de despacho entre Zapatero y Rajoy".

Ese subjetivismo ideológico ha acabado caracterizando a toda la legislatura, en contraste con la escasa actividad de gestión. Las cosas han seguido funcionado, por inercia y porque existe una buena administración pública, pero ha faltado cualquier impulso político reconocible: 20 de los 36 proyectos legislativos anunciados en 2001 han quedado sin tramitar, y algunos de los aprobados lo han sido por chiripa, incluyendo dos de los cuatro presupuestos, que salieron adelante bien porque Mayor Oreja llegó tarde a la Cámara o porque el presidente Atutxa le echó una mano al Gobierno negándose a repetir una votación problemática.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Sin mayoría, Ibarretxe ha pretendido gobernar como si la tuviera, evitando acuerdos y culpando a la oposición de sus fracasos. El mayor de ellos ha sido su incapacidad para gobernar para el conjunto de la sociedad y no sólo para la mitad nacionalista. Algo que ha sido bastante explícito en la última fase de la legislatura.Los avances conseguidos en la normalización política, gracias al debilitamiento de ETA y de sus tramas de coacción social, se han producido merced a medidas que han contado con la oposición activa de los socios del tripartito.Lo asombroso es que con ese balance Ibarretxe prometa más de lo mismo para los próximos cuatro años.

Archivado En