OPINIÓN DEL LECTOR

Carretera de Almería

Hace pocos días la Diputación de Málaga y el Ayuntamiento de Vélez han dedicado en Torre del Mar un lugar de memoria a los fugitivos de febrero de 1937: en una plaza abierta, amplia y floral se recuerda a las víctimas de aquel éxodo.

Se han cumplido ya sesenta y ocho años de aquel tremendo crimen. Casi sesenta y ocho años de silencio, de olvido y de humillación para quienes lo sufrieron. La exposición Norman Bethune. El crimen de la carretera Málaga-Almería, que en abril pasado presentaron la Diputación y el Centro Andaluz de la Fotografía, rescató aquellos hechos para la memoria colect...

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Hace pocos días la Diputación de Málaga y el Ayuntamiento de Vélez han dedicado en Torre del Mar un lugar de memoria a los fugitivos de febrero de 1937: en una plaza abierta, amplia y floral se recuerda a las víctimas de aquel éxodo.

Se han cumplido ya sesenta y ocho años de aquel tremendo crimen. Casi sesenta y ocho años de silencio, de olvido y de humillación para quienes lo sufrieron. La exposición Norman Bethune. El crimen de la carretera Málaga-Almería, que en abril pasado presentaron la Diputación y el Centro Andaluz de la Fotografía, rescató aquellos hechos para la memoria colectiva de los malagueños. Hasta entonces sólo algún artículo de revista, algún capítulo aislado de libro había tratado el asunto. Llama la atención que el silencio haya sido tan largo y tan pesado: ni una sola monografía publicada, ni un solo historiador que le haya dedicado sus investigaciones, ni una universidad (ni siquiera la de Málaga) que se haya preocupado del tema.

En otros lugares, por el contrario, hechos semejantes han sido estudiados, dados a conocer y su memoria reivindicada como símbolo de la barbarie que siempre debe ser recordada para que nunca sea repetida. Piénsese en Auschwitz o en Guernica. Pero en Málaga todavía uno encuentra reticencias y obstáculos: las reticencias vienen de personas generalmente cercanas a ideología conservadora, quienes se preguntan qué interés puede tener el recuperar la memoria de este asunto; en cambio, los obstáculos saltan donde uno menos se los podría imaginar.

Al calor de la exposición, la Diputación preparó en mayo pasado un muy merecido homenaje a las víctimas. Se encargó de ello la vicepresidencia dependiente de Izquierda Unida. Y a su disposición pusimos todo el material (textos, testimonios y fotografías) conseguido a lo largo de seis años de investigaciones. Igualmente se les propuso confeccionar entre los visitantes de la exposición un censo de fugitivos. Y así se hizo: en la misma Sala Alameda recogimos datos de casi doscientas personas.

Aquella exposición caló hondo en el sentir de los malagueños, que la visitaron masivamente. Algunos pensamos que la investigación no debería cerrarse, que se hacía necesario entrevistar a los propios fugitivos, y solicité la consulta de estos datos. Han pasado ya nueve meses y, a pesar de que lo he reclamado reiteradamente, siempre me lo han negado. En cambio el censo sí lo están usando otros investigadores ideológicamente cercanos a IU.

Resulta un sarcasmo insufrible que sea precisamente la IU de nuestra institución provincial, quien en los actos públicos enarbole la bandera de la memoria histórica, pero en el trabajo del día a día entorpezca o torpedee la recuperación de la memoria de las víctimas del ejército franquista. En una sociedad libre la interpretación de la historia no puede estar sometida a los dictámenes de ningún partido ni de ningún poder. Por ello, de inmediato deben abrirse a la luz estas fuentes de información, incomprensiblemente cegadas desde hace más de nueve meses. Alguien, tal vez el mismo Presidente, debería tomar cartas en el asunto.

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