Reportaje:

La última lucha en la 'batallola'

Un vecino de Osuna puede ser desahuciado del bar que regentaba, donde cría gallos de pelea y dice tener su casa

En el argot de los entendidos se llama batallola. Es un cercado circular donde se sueltan dos gallos de pelea. Al verse, saltan el uno contra el otro. Intentan agarrar con su pico al contrario y con las afiladas uñas de las patas desgarrar su carne. Gana el que no agacha la cabeza en señal de sumisión. O símplemente el que sobrevive. Las peleas de gallos están prohibidas.

Antonio Gálvez, de 78 años ha criado estas aves durante más de cinco lustros en su pueblo, Osuna (Sevilla). En el patio trasero de un antiguo inmueble que alquiló hace 40 años tiene los corrales donde los alimen...

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En el argot de los entendidos se llama batallola. Es un cercado circular donde se sueltan dos gallos de pelea. Al verse, saltan el uno contra el otro. Intentan agarrar con su pico al contrario y con las afiladas uñas de las patas desgarrar su carne. Gana el que no agacha la cabeza en señal de sumisión. O símplemente el que sobrevive. Las peleas de gallos están prohibidas.

Antonio Gálvez, de 78 años ha criado estas aves durante más de cinco lustros en su pueblo, Osuna (Sevilla). En el patio trasero de un antiguo inmueble que alquiló hace 40 años tiene los corrales donde los alimenta y entrena. "Ayer mismo tuve una tienta [enfrentamiento corto que prueba la bravura de los animales] para vender uno", explica. "Pero lo que son peleas, ya no hay tantas como antes", continúa.

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Desde hace unos meses Antonio está enfrascado en su propia lucha, esta sí, legal. Los contendientes son él mismo y su arrendador. La causa: el impago de la mensualidad de 36 euros por el alquiler de renta antigua del local, situado en pleno centro de Osuna. "Pero yo aboné el retraso al mes siguiente", señala Antonio. El problema es que el anciano también alega que ese lugar hace las veces de su casa. "Él está allí empadronado y vive la mayor parte del año", dice Javier Guillén, su abogado. Para él, si el desahucio se ejecuta será como "echarle de su casa".

No parece que ésto haya afectado a los jueces. El juzgado número 2 de Osuna le condenó el año pasado a abandonar el edificio. La Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Sevilla confirmó la semana pasada la sentencia. En medio de la particular batallola en la que se encuentra Antonio, el recurso presentado al Tribunal Constitucional parece su última esperanza. "Pero si me quieren echar hoy mismo, me echan", reconoce el ursaonense, mientras un estridente coro de gallinas y gallos cacarea a su alrededor.

Hasta hace siete años, en ese mismo local, Antonio tenía su negocio. Un pintoresco bar con billares y futbolines donde se han reunido jóvenes de varias generaciones del pueblo y han tenido lugar terulias flamencas y taurinas. "Aquí ha venido todo tipo de gente. En especial los más golfos, con los que no sé porqué yo siempre me he llevado muy bien", dice Antonio riéndose. Una pared del local está decorada con las fotos de sus visitantes más ilustres: Manuel Benítez El Cordobés, Antonio Chenel Antoñete, y el cantaor flamenco El Cabrero, entre otros.

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El local fue también centro de reuniones del Partido Comunista durante la Transición. "El ser comunista me viene de tradición familiar. De hecho, mi apodo, El Neo, viene de mi tío abuelo, fanático comunista que se metió en una pelea porque un tipo le llamo neofascista", cuenta Antonio Gálvez.

El lugar en litigio permanece parado en el tiempo. Allí siguen las mesas de billar, los futbolines y los cacareos. "He decidido que todo se quedé así. Lo único que quiero es que me dejen tranquilo con mis gallos y mis gallinas".