OPINIÓN DEL LECTOR

Desde el gallinero

El teatro del mundo, al que el 99% de la población sólo estamos invitados como espectadores de gallinero, representa continuamente el mismo espectáculo mediático y aburridísimo, con los mismos personajes cada vez; personajes que nos reclaman permanentemente, con el compulsivo gesto de un niño caprichoso pidiendo una golosina, nuestra atención, o nuestro voto, o nuestro tiempo, comiéndonos la moral un día sí y otro también.

La madrugada del sábado al domingo, mi hijo tenía su coche nuevo aparcado en la calle de Mejía Lequerica de Madrid y un cachorro de infame, en su BMW todoterre...

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El teatro del mundo, al que el 99% de la población sólo estamos invitados como espectadores de gallinero, representa continuamente el mismo espectáculo mediático y aburridísimo, con los mismos personajes cada vez; personajes que nos reclaman permanentemente, con el compulsivo gesto de un niño caprichoso pidiendo una golosina, nuestra atención, o nuestro voto, o nuestro tiempo, comiéndonos la moral un día sí y otro también.

La madrugada del sábado al domingo, mi hijo tenía su coche nuevo aparcado en la calle de Mejía Lequerica de Madrid y un cachorro de infame, en su BMW todoterreno, lo embistió, destrozándolo. El canalla se dio a la fuga después de echar un vistazo a su propio coche sin reparar en los destrozos que acababa de ocasionar en el de mi hijo y, por supuesto, sin dejar el menor rastro de su maldito ADN.

El coche de mi hijo es un modesto Seat Ibiza que el chaval tendrá que pagar durante los próximos ocho años. El cachorro de infame en su coche de lujo se dio a la fuga. Menos mal que alguien le vio y tomó nota de todo. No tengo demasiadas esperanzas en que se le haga justicia a mi hijo y no sé el daño psicológico que todo esto le va a causar, pero no pienso descansar hasta hacerle pagar toda su infamia a ese cachorro indecente.

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