Crónica:FÚTBOL | 14ª jornada de Liga

El Madrid asume su inferioridad

El Villarreal avasalla al cuadro de García Remón en El Madrigal, pero falla en el remate

Un Madrid diminuto y acomplejado pasó ayer por El Madrigal. Sin una pizca de juego ni de ambición. Y lo que es peor: muy consciente de su inferioridad ante un Villarreal que lo superó en todo menos en el marcador. El conjunto de García Remón nunca estuvo en disposición de ganar el partido. Siempre se dedicó a salvaguardar el empate. Y bastante satisfecho pareció de haberlo conseguido, a pesar de que su imagen resultó bochornosa. El partido bailó al son que marcó Riquelme, que fue el rey absoluto. Jugó con una autoridad insultante. Tanto, que llegó a marcharse por velocidad de sus adversarios, ...

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Un Madrid diminuto y acomplejado pasó ayer por El Madrigal. Sin una pizca de juego ni de ambición. Y lo que es peor: muy consciente de su inferioridad ante un Villarreal que lo superó en todo menos en el marcador. El conjunto de García Remón nunca estuvo en disposición de ganar el partido. Siempre se dedicó a salvaguardar el empate. Y bastante satisfecho pareció de haberlo conseguido, a pesar de que su imagen resultó bochornosa. El partido bailó al son que marcó Riquelme, que fue el rey absoluto. Jugó con una autoridad insultante. Tanto, que llegó a marcharse por velocidad de sus adversarios, algo inédito en alguien tan lento como él. Pero, claro, se vio tan sobrado... Riquelme fue la solución pero también el problema para el conjunto castellonense, que dependió demasiado de él. Lo buscaron siempre y, a veces, no era necesario. La falta de gol es un mal endémico en el Villarreal, que siempre ofrece más fútbol que resultados. Por mucho que su presidente no pare de fichar delanteros: erró ayer Figueroa en todos los remates, menos en uno, el que no servía: un cabezazo a gol en fuera de juego. Pinchó Guayre, que no aprovechó su velocidad, y tampoco Forlán resolvió nada cuando entró. El fútbol, en todo caso, rompió ayer enormes barreras: el club de una localidad de poco más de 40.000 habitantes avasalló al gigante madridista, que acabó el partido defendiéndose con tres centrales (Samuel, Pavón y Mejía). Sin ningún pudor, sin embargo.

VILLARREAL 0 - REAL MADRID 0

Villarreal: Reina; Venta, Quique Álvarez, Gonzalo, Arruabarrena; Cazorla (Héctor Font, m. 72), Josico (Peña, m. 87), Riquelme, Sorín; Guayre (Forlán, m. 66) y Figueroa.

Real Madrid: Casillas; Míchel Salgado, Pavón, Samuel, Raúl Bravo; Beckham (Javi García, m. 64), Celades, Helguera, Solari (Mejía, m. 81); Owen y Ronaldo (Morientes, m. 64).

Árbitro: Mejuto González. Amonestó a Míchel Salgado, Samuel, Gonzalo y Celades.

Unos 21.000 espectadores en El Madrigal.

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Muy persuadido de la fase de indefinición por la que atraviesa, el Madrid renunció desde el principio a llevar el peso del encuentro. Es un equipo que asume su falta de personalidad, muy dependiente de cómo les dé el aire esa tarde a sus estrellas. Una tarde lluviosa ayer en Vila-real, muy húmeda, que no le sentó bien a los huesos de Ronaldo. Somnoliento como arrancó el partido, el brasileño se durmió donde no suele: dentro del área, delante del portero Reina, y tras un excelente pase de Owen, que había dejado atrás a tres defensores. Pero a Ronaldo, como a sus compañeros, le faltó decisión y llegó Venta para arrebatarle el balón.

Ubicado en la banda derecha, donde más cómodo se le supone, Beckham tampoco aprovechó la ocasión para recuperar su evanescente reputación. Dejó una falta al larguero, eso sí, y después un piscinazo ridículo que fue pillado por el árbitro. Nada más. En este panorama desolador, sólo Celades mantuvo cierto criterio en la primera parte para sacar el balón jugado como se debe, como varios buenos pases que originaron los mejores y escasísimos ataques madridistas.

Quien sí dirigió un ataque constante fue Riquelme, con la autoestima muy engordada tras su nuevo protagonismo en la selección argentina. Transmitió la sensación de estar varios cuerpos por encima de todos los demás. Ahora bien, subyugado como está por el estilo de su estrella, el Villarreal quiso entrar tocando hasta la misma cocina. Y eso acabó pagándolo. Le sobraron toques. E intentos de penetrar por el centro. Apenas se prodigó por los extremos. Y si bien la defensa madridista no es la más segura de la Liga, tampoco iba a permitir ser burlada de manera tan escandalosa. Fracasó la apuesta de Pellegrini por Figueroa, recién llegado del Cruz Azul mexicano, en detrimento de Forlán, que no había jugado el partido de UEFA, es decir, que ni siquiera estaba cansado. Un Figueroa lento y poco certero en el remate.

El Madrid incrementó su inferioridad tras el descanso. Claudicó ante el emperador Riquelme, que actuó como si estuviera en el patio del colegio: con tiempo y espacio para recibir, girarse, pensar, elegir ... ya era el dueño absoluto del encuentro. Se dejó caer a la banda derecha y allí entabló conversación con el menudo Cazorla, que estaba en la misma onda.

Después entró otro pipiolo, Héctor Font, y achispó todavía más a los amarillos. Una vuelta de tuerca más. Más presión a Casillas, que salvó varios disparos con sus reflejos de balonmanista. Pero el Villarreal siguió pecando de manierismo, como dejó claro Sorín cuando intentó una rabona para centrar al área. Pifiándola, por cierto. A este equipo le puede la estética.

García Remón retiró a Beckham y a Ronaldo en el minuto 64. Muy desganados ambos. Es como si el fútbol haya dejado de ser un placer para ellos. El técnico dio paso a Javi García y Morientes, que tampoco solucionaron nada. La apatía de Morientes sugirió su frustración por el ostracismo en el que vive. Continuó el cuadro madridista sin dar dos pases seguidos y si el balón caía en pies de Raúl Bravo, peor. El Madrid acabó el partido como lo había comenzado: andando. Y rezando para que los delanteros del Villarreal siguieran tan negados ante el gol.

Ronaldo dispara ante Gonzalo Rodríguez.REUTERS

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