Nápoles alemán
El teatro napolitano es un género, y Raffaele Viviani, uno de sus maestros olvidados: murió en 1950, a los 62 años. Actor, músico, escritor y hombre de la calle napolitana. Me gustaría mucho ver esta obra por una compañía napolitana, con sus gestos y sus timbres peculiares de voz y su lenguaje original, su dialecto. La trae esta compañía del Berlín que fue oriental, la del Volksbuhne, que desde 1914 tuvo un carácter popular, y por el que pasó Piscator. Es una compañía de maestros, y da a su traducción una parsimonia y una distancia entre los cuerpos; el escenario del teatro de Madrid es muy gr...
El teatro napolitano es un género, y Raffaele Viviani, uno de sus maestros olvidados: murió en 1950, a los 62 años. Actor, músico, escritor y hombre de la calle napolitana. Me gustaría mucho ver esta obra por una compañía napolitana, con sus gestos y sus timbres peculiares de voz y su lenguaje original, su dialecto. La trae esta compañía del Berlín que fue oriental, la del Volksbuhne, que desde 1914 tuvo un carácter popular, y por el que pasó Piscator. Es una compañía de maestros, y da a su traducción una parsimonia y una distancia entre los cuerpos; el escenario del teatro de Madrid es muy grande, y se agranda más por una toma de espacio del público y porque el decorado se aprieta a sus laterales y deja un espacio enorme.
Los Diez Mandamientos
De Christoph Marthaler, sobre una obra de Raffaele Viviani. Intérpretes: Martin Wuttke y Matthias Matschke. Escenografía y diseño de vestuario: Anna Viebrock. Dramaturgia: Andrea Koschwitz. Dirección musical: Clemens Sienknecht. Dirección: Christoph Marthaler. Festival de Otoño. Teatro de Madrid.
Recoge la esencia de Viviani: pequeñas anécdotas, personajes característicos, situaciones tragicómicas. Y entre todas ellas, o subrayándolas, música: mandolina, violonchelo, órgano, piano. Todos los actores cantan, y uno de los músicos es además un gran actor. Naturalmente, el texto en alemán separa mucho al público español, y la traducción luminosa no alcanza a cubrir ni siquiera la velocidad de los diálogos. En un escenario tan amplio y tan alto, mientras se lee lo traducido que tiene que pasar rápidamente, se pierden los movimientos de los actores. Las ovaciones que recibieron fueron interminables: y las mantuvieron los espectadores alemanes que abundaban, pero nadie se las regateó.