Crítica:ELECTRÓNICA | The Prodigy

Punk tecnificado

De nuevo funcionó a las mil maravillas el chiringuito de punk electrónico diseñado por Liam Howlett. El público acudió en masa a la cita con esta máquina de baile frenético, y el sonido, quizá el más alto que se haya escuchado nunca en ese recinto, contribuyó a esa sensación de frenesí saltimbanqui de Howlett y los suyos que presumiblemente venían a presentar su último disco, Always outnumbered, never outgunned.

El grupo salió a escena a los compases de Wake up call, provocando al instante una marea de brazos y el consiguiente rugido de apoyo al ritmo que, literalmente, at...

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De nuevo funcionó a las mil maravillas el chiringuito de punk electrónico diseñado por Liam Howlett. El público acudió en masa a la cita con esta máquina de baile frenético, y el sonido, quizá el más alto que se haya escuchado nunca en ese recinto, contribuyó a esa sensación de frenesí saltimbanqui de Howlett y los suyos que presumiblemente venían a presentar su último disco, Always outnumbered, never outgunned.

El grupo salió a escena a los compases de Wake up call, provocando al instante una marea de brazos y el consiguiente rugido de apoyo al ritmo que, literalmente, atronaba los oídos. Desde el escenario respondían los agitados movimientos y carreras de los dos vocalistas, uno negro y gritón y el otro con una actitud realmente punk. Ellos fueron alternando sus voces tema a tema, mientras Howlett dominaba desde su tarima y sus teclados. Los otros dos instrumentos, estar estuvieron, pero era casi imposible distinguir su sonido de las secuencias de ritmo, los loops y los arreglos musicales marca de la casa.

The prodigy

Liam Howlett (teclados), Maxim y Keith Flint (voces), Kieron Pepper (batería) y Jim Davies (guitarra). Sala La Riviera. Madrid, 3 de noviembre.

Fundiendo prácticamente un tema con otro y contando siembre con el alboroto del público, la banda fue repasando su discografía y dejando que la histeria acompañase sus canciones más conocidas. Ése fue el caso de Breathe, con una secuencia rítmica que encierra todos los arcanos del estilo musical de The Prodigy, así como de la traca final del concierto, para la que el quinteto guardó la artillería pesada: el implacable Firestarter, Poison y Smack my bitch up, tema que sirvió para cerrar la actuación entre el delirio de la concurrencia.

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